Sunday, April 17, 2011

XABIER GALARRETA AVENTURA CON NOCTURNIDAD

XABIER GALARRETA

AVENTURA CON NOCTURNIDAD

Título original: "Gaueko Abentura"

* * *

Acometer una tarea sin saber cuál será su final. Ésa podría ser la definición de la palabra aventura. En euskara también se utiliza la palabra "mentura"; y el arcaico "por ventura" (en euskara "menturaz") no anda demasiado lejos. La típica sabiduría deleznable. Como si uno viviera para el idioma en vez de ser al revés. Sí, nuestro protagonista vive al revés. Se le han subido las entrañas a la cabeza y ahora no acierta con la medida del sombrero. Chistes baratos. Un "quiero y no puedo" literario. Incluso habrá quien diga que le falta un poco de buen humor. Y únicamente él se reirá de su chiste. Odiosos diccionarios. Cuantas más palabras reúnen, más vacíos están. "El tesoro que no se encuentra dentro de uno mismo es inútil buscarlo en los demás o en libros ajenos" (Kung-Fú). Cuento, novela, relato de cinco líneas, ocurrencia... Cuando en una bacanal no puedes beber vino, eso no es una bacanal. A nuestro protagonista le falta algo. La botella. Le falta una buena botella, para romperla contra su cabeza. Y a continuación arrojar los trozos al mar, con un mensaje, a ver si algún imbécil lo encuentra dentro de ochenta mil años: el hermano que nunca llegaste a conocer, el padre igualmente desconocido, o el perro que abandonaste en plena calle. Un poco de humor, siquiera para verificar que no hemos tocado absolutamente fondo. Mira, nuestro protagonista nunca ganó un premio literario, y la impresión que tiene es ésta: no estar en deuda con nadie. Su imaginación yace en un baúl. Podría sacarla de ahí, sí, pero... ¡hay que comer! También en cierta ocasión trató de ser un cínico, pero acabó siendo tan sólo patético. Así que se esforzó en ser un buen chico, y también en eso fracasó. ¿Qué hay más allá de nosotros? ¿cuál puede ser el comienzo de una buena novela? ¿y la continuación? Una buena botella, desde luego. Ése es el mejor elemento para finalizar las cosas empezadas y poner en marcha las que restan sin finalizar. Humor, merluzo ("legatzo")1. O tumor. Al fin y al cabo, todos tenemos que morir. Sin embargo, a nuestro protagonista sólo le ha quedado un insignificante reducto de buen humor, luego de haber visto morir a su madre. Creía que eso únicamente les sucedía a los demás. ¿Qué se ha muerto un vecino? ¡Hombre, no se iba a morir! ¿Qué se creía pues? ¿Qué era inmortal? Pero, joder, cuando le toca "a uno"... Morirse es un vicio, un error. Algo se le pasó por alto a nuestro creador, con perdón. No es atrevimiento, sino miedo. Miedo de mirar frente a frente a la hora de nuestra muerte. ¡Si supierais lo banal que es morirse! ¡y qué terrible! Aún y todo, humor. Humor para continuar empujando sin descanso este planeta nuestro. Sin olvidarnos, por supuesto, de nuestra querida botella, y poder así seguir contando nuestra historia de principio a fin. Sin cobardía. Así es como nuestro protagonista se ve obligado a sacar fuera el peso que lleva dentro, para que no le estalle encima (o dentro, quién sabe). Y es que nuestro protagonista sería capaz de publicar un libro con todas las hojas hechas pedazos, aun cuando no obtuviera el visto bueno del Sr./Sra. Director/a de la Biblioteca Nacional (¡esos/as directores/as son temibles, de veras! ¡Enseguida te dan una buena lección! ¡Con el sueldo que ganan, no es extraño!). Nuestro protagonista se disponía a lanzar un improperio; pero no. Se reprime. No dirá nada que su madre muerta no hubiese dado por bueno. Ahí empieza el respeto... O la cobardía. Quién sabe. En cualquier caso, no quiere caer en banalidades -sería demasiado banal-. Veamos cuántas palabras es capaz de escribir hoy nuestro protagonista .Ya sabéis: "Herramientas" - "Contar palabras". Ah, y también "Caracteres con espacios". Señoras y señores: nuestro protagonista ha decidido sacarle provecho a la noche de hoy. Así que, no sólo habrá café, copa y puro, sino incluso algún que otro americanismo (un cigarrillo rubio, verbigracia). ¿Literatura de altos vuelos...? Vamos, vamos. ¿A quién le importa? ¿Nos sobran acaso los lectores de altos vuelos? No es intención de nuestro protagonista insultar a nadie. Aún así, está hasta la coronilla -sobre todo cuando se empeñan en dar lecciones- de cuantos no saben escribir diez palabras seguidas sin cometer alguna incorrección. Hay quien se pasa la vida tratando de vendernos la sociedad que tiene por ideal, como si ello fuera condición indispensable para hacernos pasar a todos por ese túnel estrecho y escaso. No. No puedes tener un horario para escribir; eso no es serio. Y eso es lo malo, que casi todo el mundo tiene un horario para escribir. Si no, tú me dirás cómo vas a comprarte un coche de tres kilos. "Quebradizo". Así es el destino del artista. Destino que puede decidir un sello de 35 pesetas. Destino (cuac-cuac)2. Perdón, no era intención de nuestro protagonista caer tan bajo. Pero el caso es que a veces las palabras se le enredan en su cabeza vacía y enorme. Gur-gur (¿qué es eso?). Haz el favor de estar calladito. Tú no eres nadie para aburrirme con preguntas estúpidas. Lo que a uno se le queda metido dentro, eso es la literatura. Un residuo. Te gustará o no. Pero siempre es eso, un mero residuo. O las inmensas ganas de tomar un café que te destrozará el estómago. Dicho y hecho. Entonces, nuestro protagonista se fue a tomar un café. Y también un chupito de pacharán. La noche era joven in extremis. Y como las cosas según parece se consiguen a fuerza de intentarlo, tomó camino del pub. A nuestro protagonista le vamos a llamar, por ejemplo, Sr. "X" (aunque no por tratarse de un hombre misterioso, sino por su afición a la pornografía). Hoy día, casi todo el mundo es aficionado a la pornografía. Jóvenes y viejos. Imposible vivir sin erotismo. Si has perdido el erotismo, te has quedado atrás. O es que estás en el paro. La sociedad te escupirá a la cara.

Extremidades corporales. ¿Cuántas? Lo menos veinticuatro. Los cuentas son siempre muy importantes. Por ejemplo, contamos el dinero. Se nos va así toda la vida, contando las cuatro perras que ganamos. Menudos miserables, los humanos. Siempre esclavos de nuestra soberbia. Y tú el primero (yo, si no te importa, el segundo).

***

Una historia acaecida hace tiempo. Incluso podríamos ponerle un nombre. Ignacio. Que en cierta ocasión dio pie a una metedura de pata impresionante. Aunque luego no tuvo mayor importancia -por desgracia, ello privó a nuestro protagonista de toda credibilidad para el resto de sus días-. Además, la gente es más bien tonta. Y malintencionada. Si encuentra la forma de jorobarte, ten por seguro que no desaprovechará la ocasión. Creo en la solidaridad, sí, pero sólo con aquellos que se mueren de hambre. Porque en cuanto dejan de morirse de hambre, ¡ahí se lanzan todos a machacarlos! Ése mismo concepto tiene nuestro protagonista acerca de la bondad humana: más que bueno, malo. Será porque en el fondo también él pertenece a esa calaña.

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Los tiburones son los más lindos y pacíficos animales de este mundo. Sin embargo, el poder nos ha vuelto a tomar el pelo. De veras. Métete sin temor dentro de un lugar lleno de tiburones. Compruébalo. Y si en tu inmediata geografía no dispones de un lugar así, compra una docena de tiburones y suéltalos dentro de la bañera de tu casa y a continuación métete tú también junto con estos sensibles animalitos, y verás qué dulces y amorosos pueden llegar a ser. De veras. El poder, los políticos, nos han vuelto a tomar el pelo. Nos han engañado. Nuestro protagonista siempre creyó que las cosas sucedían de otra manera, pero se había engañado del todo. Mira, podemos también plantear de otra manera este desastre: tú eras mi psiquiatra y yo te metía mano. No, perdona, quiero decir que tú eras mi paciente ("paciente"3, es decir, el que tiene mucha paciencia, he ahí la etimología de la palabra...).

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Ésta es precisamente la manera de escribir que más complace a nuestro protagonista. La ausencia de maneras, de estilos (¡y una mierda!). Decir mil cosas y no decir nada. Lo que implica una gran habilidad. Mira, si nuestro protagonista empleara al cabo del día no sé cuántas horas en leer, en vez de ocuparse en traducir, pudiera ser que tuviese muchas cosas interesantes que decir. Pero, por desgracia, ése no es el caso de nuestro protagonista. Por eso tiene dolida el alma. Y siente en sus partes nobles un peso difícil de describir... Las babosas de noche por las calles del pueblo, transformadas en las almas de los ciudadanos muertos, gritando: "¡Joder, somos nosotros!" Lástima que seamos sordos. Y ciegos. Seguro que ante los hechos que hablan por sí solos los ciudadanos/as de la ONCE ven con más claridad que todos nosotros. Sí, querido ciclista, así es la vida: los que pasaron por la meta estaban muertos y nosotros aplaudíamos a rabiar. De todas formas, este pacharán es demasiado suave. A nuestro protagonista le hace falta alguna otra cosa, algo más fuerte, para acabar de dar un buen repaso a la noche. En una época, cuando era más joven, sabía muy bien organizar sus noches. Pero un día tuvo miedo y se volvió juicioso, es decir, se casó -sin cura y sin juez-. Y para hacer creerse a sí mismo que continuaba siendo tan audaz como antes, dio su nombre en el padrón de las parejas de hecho. Ahora sí, es feliz. Es diferente. Dis-tin-to a los de-más. Perdona, madre. Nuestro protagonista no tenía intención de ofenderte. Tienes razón. Él no debería escribir nada que pudiera resultar ofensivo para nadie (perdón por este eructo).

¡Ah, qué parranda! Eso es el escritor, un parrandero impenitente y un juerguista noctámbulo incorregible. La noche transcurrida escribiendo, y bebiendo... Imaginando con quién has estado, lo suaves que eran sus muslos... El sexo está bien, cuando no es real. O cuando estás "muerto de hambre". O cuando eres muy joven. Y cuando dispones de todo el día para leer (sobre todo literatura). Es decir, cuando la vida merece la pena. Creo que la noche de hoy va a ser muy-muy larga. Aquí, en este castillo plagado de fantasmas, en donde nuestro protagonista vive desde hace tiempo encadenado a sueños insanos (¡pero son fantasmas que viven atemorizados!). También Escocia es un buen lugar de residencia -¡estupendo whisky, queridos colegas!-. Eso nos hace falta, eso. Un poco de combustible para seguir viviendo. Whisky o ganas de vivir. Cualquier cosa que pueda formar parte de nuestras piojosas vidas. Sí, nuestro protagonista ya sabe que resulta aburrido. De todas maneras, hasta ahora él tampoco ha encontrado a nadie que le divierta demasiado. Quizá el país de nuestro protagonista sea precisamente así, un país lleno de gente aburrida, acostumbrada a interpretar la existencia desde el punto de vista de un panfleto. Sí, agarrad por el cuello a nuestro protagonista, porque él no es uno de esos aburridos militantes que se escudan en la masa para disimular sus temores. Aunque tampoco vaya nadie a pensar que nuestro protagonista le habla de tú a sus pelotas; no, qué va. De veras. No es más que una cuestión de costumbre. Se le ocurrió tutear a la cigüeña que lo trajo al mundo, y el picotazo que le dio todavía le duele. Realmente, nuestro protagonista tiene poco que ver con los terrestres. No estoy seguro de si en lugar de verdadero amor, no se trata más bien de algo patológico. Quiero decir, su prótesis lingüística. Y no lo toméis a mal. Porque vosotros, los terrestres, hay que ver lo susceptibles que sois. El humor. Cómo lo han ido perdiendo los cachorros vascos. No me extrañaría incluso que esa pérdida del humor tradicional fuera unida a la pérdida de la euskaldunidad...4 Por supuesto, nuestro protagonista también se halla dentro de esa clasificación. Porque precisamente él es Jerónimo. Y porque tiene más derecho que nadie a... murmurar: que si los vascos esto, que si los vascos aquello... La botella. Nuestro protagonista hecha en falta la botella. Una vez le llamó por teléfono un famoso intelectual, y le aconsejó tomarse las cosas con calma. Y desde aquél día se desayuna con valium 14. No hagáis preguntas, por favor. No hagáis preguntas. Nuestro protagonista ha visto personas que tenían la mirada muerta. Pero eso no quiere decir nada. Porque esto no es un cuento. Si fuera un cuento, habría algo parecido a un hilo narrativo. Y guiones largos (que dan principio a los diálogos -¡me gustan los guiones largos muy largoooooos!-). Sin embargo, nuestro protagonista continúa echando en falta la botella. Eso quiere decir que tendrá problemas con su hígado. En fin, la muerte no perdona a nadie. Y yo, debo confesaros que... Bueno, nada.

Éste es el único modo de escribir que tiene nuestro protagonista. Nunca trabajos demasiado largos. Cosas más bien cortas -en todos los sentidos, lenguas largas-. Para gente más bien corta -ódiame por decir la verdad/por mentir-. Si nuestro protagonista continúa así, nunca le darán el premio Planeta. Qué desgracía, se nos ha muerto una tía5. La noche es larga, y nuestro protagonista se conformaría si de esta soplonada de diez páginas llegara a salir algo. Por ejemplo, una narración. Que también podríamos llamar aberración6. Mira, te voy a explicar cuál es el objetivo: que me odies un poquito más. El odio es bueno, especialmente para mitigar el picor de los granitos del culo. También los polvos de talco sirven para ello, pero son demasiado caros. Si nuestro protagonista fuera rico, los utilizaría (los polvitos). Claro que, en ese caso, vosotros me diréis para qué tendría que molestarse en escribir, nuestro querido protagonista. Porque si eres pobre, es normal que quieras escribir. Mientras que si eres rico, tienes ya de por sí suficiente trabajo con derramar por el planeta el contenido de cuatro o cinco colectores de petróleo un par de veces al año, ya que dejar nuestro planeta hecho una mierda es algo así como el autógrafo del rico. Cuanta más contaminación provoques, tanto más rico y poderoso eres. Eso sí, el día en que la muerte vaya a buscarte, te darás cuenta de lo ingenuo que fuiste/fui/fuisteis. Genukeleudekabanulirateke.7 Coujouns!

***

Sí, la noche va a ser muy larga. Y llena de sorpresas. En cada revuelta de hormigón se presenta un imprevisto: uno que camina a horcajadas, otro que sufre un robo, aquél que pierde los papeles, o la tarjeta de visita de un desesperado... Podemos recibir sorpresas, y también podemos darlas. Sin embargo, no podemos aplicar en este caso la filosofía del campesino. No, nuestro protagonista no ha sido nunca un alumno aplicado... Por los granitos, ya sabéis. Los granitos son muy importantes para obtener éxito en esta vida. Y el éxito es muy importante para no marchar al otro barrio absolutamente apenados. Tener en la vida un poco de suerte nos ayuda a aferrarnos a vivir. Por ejemplo, si tienes cáncer de hígado, de estómago, de cerebro o de piel, y estás absolutamente hecho polvo, lo más probable es que no te dé demasiada pena dejar este mundo. Porque la naturaleza es sabia. A nuestro protagonista le hubiera gustado haber nacido en la India, de veras. Para adorar a las vacas. Y ver con sus propios ojos cómo son las "boñigas" de un dios. Perdón, nuestro protagonista no quiere herir la susceptibilidad de nadie. Al contrario, desea respetar todas las sensibilidades. Quiere ser un buen chico. Para atraerse así los aplausos del respetable. Y ganar alguna vez el premio Planeta. O el Nobel. Qué sé yo. Nuestro protagonista se conforma con cualquier cosilla. También se conformaría con una buena "loto". "La flor de loto". Muy poético. En el balcón de su casa ha plantado un montón de lotos. Y en cada hoja realiza pequeños dibujos cuyo significado sólo él conoce, y escribe poesías en miniatura. "Luego, cuando llega la noche, la bestia que habita en sus entrañas se despierta y entonces golpea a su mujer hasta hacerla perder el conocimiento...". La otra cara del poeta. Cuanto más bestia, más sensibilidad poética demuestra... No hagáis caso. Eso ha sido una "inspiración" de mal gusto. El suicida que saltó desde un lejano planeta todavía continúa cayendo. Lleva así tantos siglos que incluso ha perdido ya las ganas de suicidarse. Por desgracia, no puede evitar su destino. Alguna vez, cuando se estrelle contra el planeta Tierra, quedará hecho picadillo. Pero mientras tanto, deberá arrostrar hasta el último momento las consecuencias de su decisión, de su salto. Todos hemos hecho algo parecido en algún momento de nuestras vidas: hemos saltado, y luego hemos tratado de regresar al punto de partida, pero para entonces era demasiado tarde. Lo peor es que nuestro protagonista no puede consolaros. Al fin y al cabo, ¿quién es él, sino uno de esos pimpollos que se dedican a realizar traducciones técnicas dentro del epígrafe de los profesionales?

En este capítulo se concentra el meollo de todo el libro: qué hacer para que nuestro protagonista halle su propia voz. O mejor dicho, qué hacer para que encuentre su auténtica y placentera voz. No la voz que ha venido utilizando hasta ahora (vocinglero8), sino una voz tierna y delicada (como los platos de nuestra excelsa cocina). De veras, nuestro protagonista no quiere herir a nadie, ni tampoco a sí mismo. Aunque mucho me temo que ya se ha traído bastante perjuicio al no haber pensado antes en cuál debía ser su voz interior. Si no llega a encontrar la voz que busca, sería mejor que dejara las cosas tal y como están, y se dedicara a otra cosa. Porque al mundo le importa bien poco un escritorzuelo (orzuelo, ojuelo, ojete-del-culete) más o menos... Y eso, por supuesto, es bueno para el mundo, y para todos. En esta noche que acaba de empezar, nuestro protagonista tiene la impresión de que va a descubrir muchas cosas. Tal vez, una personalidad que hasta ahora había permanecido oculta dentro de sí mismo. Quizá una nueva piel en lugar de la vieja (¿cubriendo al mismo animal de siempre...?). Un momento. Éste no puede ser el camino. La voz de nuestro protagonista no debe ser una voz mística. Yo, al menos, no quiero conducirlo por esos derroteros. Cómo le gustaría a nuestro protagonista ser capaz de contar cosas divertidas... Al menos, un chiste. "Estaba una vez Jaimito en la ikastola y le preguntó la maestra: Jaimito, dime, ¿cuántas escualdes9 tiene Euskal Herria? Pues tres por aquí, otras tres por allí y otra más por allá"10. En fin, no es un mal comienzo (aunque el Jaimito de mis tiempos era bastante más obsceno).

Novela negra. Asesinatos. Sangre. Violencia. La verdad es que el cine hace todo eso mucho mejor que nosotros, los escritores. Así que, ¿para qué molestarse en escribir novelas negras? Sentencia más propia de "Estilo Berria"11. Por ese camino no se llega a ningún sitio.

***

Nuestro protagonista ha intentado traducir "Benito Cereno"12, pero enseguida se ha dado cuenta de que sería una tarea impresionante. Y ha dado marcha atrás. No voy a decirte que sea incapaz de traducirlo; pero que le iba a hacer falta mucho-mucho tiempo, eso seguro. Y él no dispone de mucho tiempo. El sueldo; tiene que ganarse el dichoso sueldo. Si no fuera por ello, escribiría y traduciría infinidad de libros. Esto también se avendría más con "Estilo Berria" (¡igual que buscar una pista de aterrizaje en el desierto, oye!). La madeja de hilo continúa deshilvanándose. Sin embargo, esta noche, esta suave y tierna noche... creo que aún nos contará muchas cosas al oído. En una noche así -tal vez la misma- no hace mucho, murió. Vio cómo daba su último suspiro. Nuestro protagonista miró hacia arriba, hacia el techo. Por si acaso estaba allá. Y luego hacia la ventana, para asegurarse de que estaba abierta. Porque quería que saliera del hospital. Que otra vez fuera libre. La muerte es la ternura que nuestro protagonista descubre en esta noche. La sensación de soledad que quisiera silenciar bebiendo. ¡Pero nosotros continuamos adelante con nuestro egoísmo de siempre! Creemos que tener un "objetivo" es suficiente para organizar una "estrategia". Ay, si hubierais visto cómo se extinguió... Cuando las enfermeras la arreglaron un poco, otra vez vio en su rostro su sonrisa de siempre. Luego se arrepintió de no haber pasado con ella un poco más de tiempo, allá, velándola, viendo aquel rostro amado que hacía tanto tiempo no veía libre del dolor, libre por fin del cáncer... ¡Un momento! ¡Un momento!... La voz auténtica y amada de nuestro protagonista acabará haciéndoos llorar... Y yo no quiero que eso suceda...

Los jinetes cabalgan en mitad de la noche. El mensaje que portan puede resumirse en dos palabras: ¡uníos a nosotros! Esta poesía canonizada, mal utilizada en los palacios de Roma. Porque el camino de nuestro protagonista -la voz que buscaba hace tiempo- estaba ahí mismo: en esa Italia absurda, escondida en la maleza de un sendero extraño, aguardando a que pasara por allí. Bueno pues... ¡al fin ha pasado! Ahora, nuestro protagonista recoge las palabras con sus labios y no se preocupa más que de cerciorarse de si su estómago será capaz de sufrir tanta emoción. Algo así como bañarse en palabras absurdas, para quitarse el polvo del camino. Anduvo durante tanto tiempo tras la hierba que lo curase de la enfermedad... ¡Y crecía a racimos en el jardín de su casa! En ese espacio asilvestrado ha encontrado la ventaja del descubrimiento, y aunque la nada se le escapa entre sus dedos temblorosos, volverá a hacer lo mismo que hizo en aquél sótano cuando sólo tenía quince años: mezclar los colores de cualquier manera sobre un trozo de cartón. Y quedar maravillado: ¡qué fácil era! ¡cómo no se me ocurrió antes!... Eso es todo cuanto nuestro protagonista debía escribir. En estas humildes líneas queda resumida su ignorancia. No quiere repudiar a nadie, pero... a ver si lo entendéis: es incapaz de sentir emoción ante un mero panfleto. Por otro lado, aunque lo que ofrece no es precisamente un logro monetario, creo que sí tiene algún valor. A veces, cuando se adueña de él esa furia que no puede controlar... Se convierte en un espejismo, ya que nuestro protagonista no ha sido nunca un pirata. Los que atraviesan las aguas profundas lo ven entre risas por ese mar de vía estrecha, suyo, y los personajes del cuadro empiezan a caminar de un lado a otro, lanzando gritos que nunca salen del lienzo, en esta noche hermosa y quieta, en la que nada parece suceder de veras y melodías divinas nos rodean. No, quedar preso en sentimientos abreviados en una sola palabra no es consecuencia de una decisión errónea, sino aquella otra condición impuesta por el destino a la humanidad. ¡Qué agradable puede llegar a ser cuchichear y trasegar palabras sin descanso! Los hechos del pasado -los recuerdos- han quedado atrapados entre los muelles de un viejo colchón. Ésta es mi cama -dice nuestro protagonista-. Éste viejo colchón. Entre estas sábanas descansa mi felicidad. Y grito al viento que por la noche corta mi rostro y declaro sin tapujos a quien quiera escuchar que soltar amarras es un paso que tarde o temprano es preciso dar. ¡Este cuerpo, tan lleno de sangre nuestra! ¡Estas lágrimas, tan de cristal! ¡Todos estos sentimientos, tan imposibles! Quiero una minúscula porción de tierra, para quejarme a solas, en el instante en que las melodías de la armoniosa noche estallen dentro de mí. ¡Danzad, danzad, sombras! Tú que te has convertido en un pequeño insecto, no estés triste, tú somos nosotros, y nosotros somos el deseo de tu próximo destino. Cuando te abismes en ese estanque con nostalgia y temor, en el estanque de la madre muerte, y el fuego... Nuestro protagonista se ha quedado sin bebida. Se le ha acabado el combustible. Si quieres escuchar la plática de un borracho... ¡Apaga esa televisión! El mundo sólo es real cuando lo vemos en la pantalla de la televisión. Nuestro protagonista ha bajado la cabeza, porque sabe que su vida ha acabado. En algún cuartel una orden despierta a los soldados. El insecto otra vez retoma el vuelo. Y siente que la sensualidad en él ha muerto -¡ya era hora!-. Su existir es como un recuerdo a la luz de una vela. Estar aquí es como estar en ningún sitio. Hay que hacer frente a la colina, para que la hierba no nos devore... Sí, ésa es la voz que desea nuestro protagonista, una voz que te enemistará con él. No importa si eres hombre o mujer... Una voz, tan demócrata... en un sentido clásico -¡qué sabrá nuestro protagonista, ese mamarracho, acerca del mundo clásico!-. La noche continúa abortando sus hijos. Nuestro protagonista ha visto una chalupa rasgar el mar rojo de sangre. Cata su sensación de morir (que es la de todos). ¡Sus dedos, llenos de movimiento, son aún capaces de obedecer sus órdenes! Desde este volumen sinfónico se despide de vosotros. El espacio nos une. Tú, si eres crítico, no critiques tanto. Ten en cuenta que la guillotina nos aguarda a todos, al igual que a nuestros libros. Esta parranda tiene que acabar. Ya veremos hasta dónde nos lleva la próxima.

¿No serás supersticioso, verdad? Las cosas hay que pensarlas dos veces antes de decirlas. De lo contrario, pasarán cuarenta años y la gente aún te lo echará en cara... Sobre todo los tontos, es decir, quienes más premios han recibido de la vida. ¿Rencor...? No sé. Mira, cada vez que nuestro protagonista baja aquí (a su minúsculo y adorable infierno), siempre se dice a sí mismo: "¡Viva, hoy toca gaupasa13 ante el ordenador!". Total, una mentira como un pepino genético. Hacia las dos de la mañana se posan sobre sus párpados pensamientos de mármol, y ni el mismísimo Perurena14 lograría levantarlos. De todas manera, confesemos que nuestro protagonista vive aguardando ese instante, el instante en que encenderá el ordenador para su propio beneficio (tal vez perjuicio). No piense el querido lector que durante los demás instantes del día permanece apagado el susodicho artilugio (¡puaaaaj! ¡ qué mierda de fraseeee!). Está encendido al menos durante ocho horas al día. ¿Acaso para ocuparse en nobles y fascinantes trabajos literarios? Tse-tse-tse. No confundamos las cosas. A los demás no sé, pero a nuestro protagonista lo único que le reporta ciertos beneficios económicos es la "traducción-técnico-comercial". Aunque en vista del cariz que han tomado los acontecimientos laborales de última hornada, pronto puede que ni eso. Le comentaba hace poco un editor: "No pienses que son tus libros los únicos que no se venden bien; lo mismo nos sucede con los demás autores". Sí, puede que sea así. Y en ese caso, ello sería indicio de la cuesta abajo del idioma. Aún así, y si no estoy equivocado, en este caso al menos sólo sería indicio de la cuesta abajo de nuestro protagonista. Tú dices: "Peor podía ser", ¿no? Bueno, ¿y por qué no? Nuestro protagonista no tiene prisa. Sabe cómo se muere la gente (tan callando...15). Lo ha visto con sus propios ojos. Y otro tanto con los idiomas, las civilizaciones y los pueblos. Lo único que no se extingue nunca es el musgo16. Yo también quisiera ser musgo -musgo adherido a una ola, por ejemplo-. De hecho, nuestro planeta es un "mar de lágrimas" y musgo adherido. Antes, en el principio de los tiempos, fue tan pequeño como un campo de golf (nuestro planeta); luego, cuando aparecieron los primeros seres humanos, fue creciendo; hasta que se quedó pequeño para los dinosaurios17. Ése es el estilo que ama nuestro protagonista, el estilo de lo absurdo. Fue su único modo de estar en esta vida. Claro que, ¿quién tiene estilo? Y además, ¿qué tipo de estilo? ¿Estilo para vivir y para morir...? Nuestro protagonista ha mencionado no sé que acerca de unas pelotitas. Pelotitas de golf. Ahora, sin embargo, ensalzaremos las pelotitas de tenis. Las pelotitas de tenis somos nosotros. Tic-toc, tic-toc. ¡Out! Y así sucesivamente, hasta que perdemos el juego. Por supuesto, fallar no es nunca culpa de la pelotita. ¡Ay, nuestro protagonista quisiera volver a empezar! De nuevo emborracharse por primera vez, por primera vez odiar a sus padres, por primera escaparse de casa, por primera vez aprobar el bachillerato, llorar por sus padres por primera vez. Pero, por desgracia, la autopista por la que circulamos es de sentido único. ¿Qué has olvidado la mochila en el self-service anterior? "A joderse tocan, majete. No se puede echar marcha atrás". En cierta ocasión eso fue lo que le sucedió a nuestro protagonista, sólo que en una autopista de verdad. Tal vez, algún día os cuente cómo sucedió. Iba cansado. Cosa que no es de extrañar, ya que iba de Donostia-San Sebastián a París... ¡en Vespa! ¿Os interesa la historia...? Le pilló en medio del camino una inundación espantosa y tuvo que pasar la noche refugiado en las gasolineras que, por cierto, estaban todas cerradas a esas horas. Alguien le ayudó a solucionar la avería (una bujía mojada o algo así...). Por fin llegó a su destino. Y su amigo, hecho una furia. Con toda razón, claro (un retraso de veintiséis horas resulta, desde luego, imperdonable). Eso es todo. Un acontecimiento anecdótico de su juventud. ¿Qué si volvería a repetirlo...? ¿Y por qué no? Para muchos euskaldunes18 la vida es una apuesta... Tenemos toda la noche por delante; o al menos, hasta las dos de la mañana. Noche de luna llena; las sorginas19 danzan en la hoguera, con nuestros sentimientos (si es que nos queda alguno). Nuestro protagonista, hoy, una vez más ha vuelto a ver a su padre llorar. Últimamente, lo ha visto tantas veces en esa situación, que casi le ha provocado unas piadosas ganas de reír. Tiene algunos dinerillos para repartir entre sus herederos, y una sola vida para dejar en este mundo. Si pudiera elegir, nuestro protagonista preferiría que todo estuviera organizado de otra forma. Sí, quería a los dos "viejos", aunque en ocasiones su pubertad eterna se lo impidiese ver. Durante toda la semana, de lunes a viernes, nuestro protagonista no ha probado ni una gota de alcohol, ya que se reservaba para este momento. "Escritores de Reserva", "Escritores de Crianza"; "Escritores con Denominación de Origen"; "Escritores del Año" (o "Cosecheros")... Suele tener tentaciones. ¿Pero y quién no? Tú, que tan severamente juzgas a nuestro protagonista, si supieras que eres tan patético como él... En una tumba, hay una mujer que lo sabe todo. "¡Ay, madre!" exclama nuestro protagonista. "¡Qué frías son las tierras del campo santo de Corella!" Ha entendido que la muerte tiene un mensaje, un significado. Acaso el más importante; o el más insignificante... Sea como sea, el más misterioso, y también el más emocionante. Habla nuestro protagonista: "Euskal Herria20, sálvanos de caer en la miseria; sé misericordiosa, así como nosotros no lo somos con nosotros mismos; acuérdate del ingente tiempo que hemos derrochado por ti; y no nos dejes caer en la tentación21. Men. Egin. Ala ez. It's the quid. Of this lovely ipuin.22 A mi hijo que me adora (para que sus tres años recién cumplidos sean mi salvación). Tanto trabajo, ¿y para qué...? -¡vaya un trato que recibe nuestro protagonista por parte de los eruditos!-. La noche, transida de luna llena, y la risa de las brujas hoy por la noche, en los montes... La rana una vez príncipe -más feliz que todos nosotros-, en el lago, cro-cro (co-co-ri-có: las seis de la mañana en el gallo del caserón cercano. ¡Sopa de gallo! ¡El destino del ser humano! ¡Comer-y-dormir-comer-y-dormir y de nuevo otra vez comer-y-dormir!). En este capítulo hay una perversa superstición nadando entre las aguas de las islas de Hawaii, pues una caracterización que todo lo aglutina se cierne en esas lejanías. Qué sé yo... un pequeño beso que rasga la humanidad y que se burla de la lógica, el que nos dio hace ya mucho tiempo una madre que amábamos cuatro o cinco personas, y que ahora ni aún queriendo podríamos atrapar, porque descansa en la fría tierra del cementerio de Korella23. No me extraño, no, de ver a mi padre llorar de esa manera. No es para menos. ¿Quién fue el primero en llamar vil al destino? ¿Un griego o un vasco? ¿O ambos a la vez? Sé que la parranda de hoy va para largo, que llenará una época entera de la vida. Jesucristo de cara alargada de nuestra Edad Media transcurrida, ¿tendrás con tu piedad un gesto hacia nosotros? Yo quisiera regresar a la habitación 303, y al ser que allí esta agonizando transmitirle mi solidaridad, porque siempre pensaré que no hice todo lo que podía haber hecho. ¿Quién dijo que era un mal tipo? ¿Qué sabéis vosotros de la amargura de mis lágrimas?... Debería pedir una beca a la Diputación. Pero... ¡qué larga es esta noche! ¡Que llena de luna llena! ¡Qué breves se alejan los cirros de mis pensamientos, para no hacer sombre a esta noche de luna y sensualidades!-. Nuestro protagonista ama, sí, el color púrpura.

Y tiene también sus propias opiniones, con perdón. No lo digo con intención de insultar a nadie. Por eso me callo, pescado24. Por ejemplo, eso sería uno de los "imposibles" que hubiera mencionado Pessoa, ya que si nos hubiésemos valido de la palabra "arraina"25 nos hubiéramos quedado sin el patético y regaladísimo "chiste". Como se ve, también la diglosia tiene su lado positivo. Nuestro protagonista está contento, ya que el whisky de hoy le ha salido casi de balde. "¿Dónde está la diferencia, Señor X?". A veces, nuestro protagonista recibe anónimos. No porque nadie le quiera mal; sino porque él mismo es un ser bastante "anónimo". Lo siento, no quería reírme de nadie, pero en vista de tanta belleza no he podido reprimirme... Sabrá usted perdonarme, señor tabernero. He pensado que tal vez le gustaría catar un poco de este maravilloso whisky. Son sólo doscientas pesetas. Per ejemplo, tengo aquí una buena, qué digo, una estupenda colilla de farias que acabo de encontrar en la calle, y por cinco duros es toda tuya, ilustrísimo señor tabernero. No, no estoy riéndome de usted, me estoy desternillando. No hay nada como dominar un idioma para darse uno cuenta de lo mísera que puede llegar a ser la miseria. También nuestro protagonista estaría encantado de irse a vivir a la Llanura Alavesa, y ensayar mejor fortuna. Cambiaría de nombre, apellidos e incluso de sexo, con la licencia y bendición del respetable. Continuaría, sí, hablando de la actual situación política, si no me lo impidieran las carcajadas. En cualquier caso, no es culpa mía ser el hijo perdido de Aresti...26

Nadie llama a nuestro protagonista; y cuando alguien lo hace, es para llamarle "hijo de puta" (Kung-Fú). ¿Ves, como no es provechoso meterse a patrón? Nuestro protagonista está sentado en una silla; en una silla que llora desconsoladamente. A la una de la mañana continúa llorando sin cesar. Y él también, por una persona que amó hace ya mucho tiempo. En realidad, habían pasado muchos años sin que se acordara de ella. Y muchos años también sin que sacara a la luz su mala leche. Y también muchos años desde la última vez que se miró a sí mismo. ¡Lo que fue y lo que es! ¡Lo que es y lo que una vez fue! Nuestro protagonista no puede siquiera excusarse con que le faltan tres o cuatro páginas para acabar; porque la verdad es que no sabe cuántos años le quedan exactamente para finalizar su cometido (que ni él mismo sabe a ciencia cierta en qué consiste). Sólo le importa por su hijo. Lo demás carece de importancia para él. Hace mucho-mucho tiempo soñó con una suerte de universo; cuando su madre aún jamás debía morir, cuando aún era un niño que no debía andar por la calle a esas horas. Ese tiempo lejano quisiera ahora atraparlo con los dedos. Pero se halla en un pueblo extraño, a una hora intempestiva, y las tamborradas de Donostia se mezclan con las de Azpeitia, en esas horas de la madrugada, extraño, en un pequeño pueblo. En ese sentido somos inigualables. ¡Qué diablos!

***

La noche avanza. Y nuestro protagonista siente la necesidad de predecir su futuro en el diccionario. "Surco profundo" fue la herida superficial que nos dejó; "sin demora" llamó a mi puerta la fatalidad; "extinguirse" la luz de sus ojos para siempre; "dar el último suspiro" en esta vida nuestra monocolor... Y no me deshice en lágrimas; no le tomé de la mano; ni le susurré palabras de amor al oído; ni le confesé cuánto la quería; ni me pregunté a mí mismo "cuántas horas le quedan" sino "cuántos meses le quedan"; soy culpable. No voy a decir que murió por mi culpa, porque mi nombre es XXX, y no "Cáncer". Aún así soy culpable, culpable, culpable. La culpabilidad que sentía mi amante ahora la siento yo, y no tengo con qué disculparme. Estas líneas, que tan rectas y geométricas debían ser, convertidas en una mera payasada, ahora, en este momento estúpido, cuando todas las posibilidades de ser que he tenido me zarandean sin piedad, y las lágrimas se me transforman en carcajadas, en este instante monstruoso de la escritura, qué te voy a contar yo..., que al igual que mi padre lloro sin poderlo evitar, para que te mofes de mí en esta sobremesa patética, para que recuerdes que la vida tiene mil caras, y que aunque sólo conocieras una sola de esas caras tendrías buenas razones para sentirte afortunado. Sí, nuestro protagonista tiene razón. Cada cual arrostra con sus faltas. Pero yo no soy nadie para aburrirte con mi tristeza íntima. Un amante, he dicho, que tuve. Al final, no quiso saber más de mí. Buscar un nuevo amante lleva su tiempo... No sé si fue un regalo o un castigo. Lo que sí sé es que estuve en la habitación 303. Vi cómo daba su último suspiro. Por un instante, me pareció como una muñeca al desinflarse. Luego, sé que no hice todas las cosas que debiera haber hecho.

***

Nuestro protagonista tiene ganas de seguir haciendo hoyos en la tierra ."Ya veremos. Esto no es un concurso. Baudelaire. ¿Dónde estás, Baudelaire? No lo encuentro; quiero decir, físicamente. ¡Ahora sólo nos faltaría que sonara el maldito teléfono!" Nuestro protagonista se acuerda de aquél poeta mediocre que nunca respondió a su llamada. Creía conocer el secreto del mundo y lo único que poseía era una caca de perro. "¡Que se joda también él!" Porque en esta ciudad hay sitio para todos (excepto para el Alcalde)".

***

Y no creas que me he dado por vencido. Yo no arrojo la toalla hasta que el árbitro esté borracho como una cuba. "Un momento, por favor. Voy a echar una meada y enseguida estoy con ustedes". Por decir eso me botaron de la Ventanilla de Atención al Público. Siempre he pensado que en la Administración hay gentes con muy-muy poca sensibilidad. Baudelaire, ¿dónde estás, pillín? ¿Adónde has huido, llevándote contigo mi botella? ¿Y tú, por cierto, hasta dónde quieres llegar? En este instante en que cada hoja parece estar maldita, ¿por qué me quieres abandonar? El mundo está lleno de editores brillantes. Y yo, por supuesto, no tengo nada en contra. Por otro lado, están los que se mojan poco. Esos también, de la revolución. Pero, ¿y cuál es mi territorio, mi lugar? Cuando mira a derecha e izquierda lo único que topo es mi cabeza. ¿Narcisismo? No, señoras y señoras. Sois vosotros los narcisistas, aunque no lo admitáis. Es muy sencillo. Esta vehemencia por llenar las páginas con dibujitos no es cosa que pueda olvidarse con un suspiro (incluso tiene rima). En un tiempo y lugar remotos, en una de aquellas lejanas tierras del pre-diluvio no sé cuántos, cuando los perros marinos eran todavía lechugas sangrantes y/o rumiantes y/o pensantes, más allá de las tierras del Ebro y de Álava... Hacía tiempo que nuestro protagonista aguardaba el instante en que él órgano eclesiástico temblaría en sus manos. Ya que los sentimientos recorren ignotos caminos. Y él quería llegar precisamente a ese lugar. No era un camino fácil, ni tampoco difícil. Pero había que saber llegar hasta allí. La llamada que acaba de notar en su ventrículo izquierdo, una llamada de otro tiempo, de cuando caminaba tiki-taka por aquella vieja cocina (leña y carbón), y la casa se llenaba de humo... ¡Esos recuerdos, que nos ponen un nudo en la garganta! Sólo quiero haceros recordar cómo erais, nada más. Pero eso no es lo más importante; lo más importante es saber quién diablos va a ser nuestro protagonista esta noche: un borracho o un borracho. ¿La libertad, decís? ¿Y qué es la libertad? ¿Aquél orgullo, acaso, que en la juventud nos cubría de cadenas? Quisiera ser agradable, de veras. Nuestro protagonista se dedica a escribir porque en el fondo no saber hacer otra cosa. Esto no es fanfarronería, sino una auténtica desgracía27. De veras, nuestro protagonista no desea ejercer influencia alguna sobre nadie (y aunque lo deseara tampoco lo conseguiría...). Mister ***. Así sus logros en poesía, yo los míos en prosa. Una extraña voz en el extraño océano del euskara28. Aunque yo he podido conocer a Pessoa... gracias a mis traducciones. ¿Te ríes? Bueno, ¿y por qué no? Quisiera yo verte a ti en este profundo, ancho y gracioso mar peleando con las marsopas, devorando vivo una infeliz foca. Porque en este querido espejismo euskaldún no hay nada garantizado al cien por cien. Tú eres yo y yo soy tú. y la noche es larga. Y la luna es llena. Y los jóvenes danzan. A nuestro protagonista el whisky de esta noche le ha salido casi-casi gratis, ya que ha estado bebiendo directamente de la botella. Ahora se arrepiente. La noche es un "oye, échame unos hielos". Y ahora está en Gasteiz, con una mujer que acaba de conocer/de empezar a querer. ¡Un nuevo error! ¡Si en vez de esto hubiera hecho aquello! Quién sabe lo que quería dar a entender en el cuento "Las manos" del libro "Números Embrujados"29... La noche es insultantemente joven. Acaba de empezar. Es portadora de mensajes que quedaron adheridos a los dedos. Arriba, el vecino pensará que nuestro protagonista se ha vuelto loco, porque durante toda la noche saca pequeños ruidos. En cualquier caso, nuestro protagonista siempre recordará a aquella profesora, no voy a decir la única que el destino no le dejó conseguir, acariciar, pero sí desde luego una de las muchas "que así fue". El reloj le lanza una mirada y él se la devuelve con segundos incluidos. Vallejo duerme en ese París que siempre estuvo lejos de las posibilidades de nuestro protagonista (en ese lugar que en aquel instante era, fue puro esnobismo). ¿Cómo lo hará para cotejar una tradición de veinte años con otra que cuenta con ochenta? Se siente morir a las dos de la madrugada. Sabe que su hígado tiene miedo del cáncer, que le espera. Pero no es suficiente. Desde que el mundo es mundo el aire sopla aquí y allá. Por tanto, no guarda rencor a nadie. ¿La sombre de Aresti30? Bah, no creas. Nuestro protagonista es de los que han tenido que inventar y alargar su propia sombra. ¿Cómo? ¿Que somos doscientos y pico traductores? ¡Ah, entonces es my fácil! Si cada uno realiza un gasto en libros de cinco mil pesetas diarias, al cabo de cuarenta años... ¡todos ricos! ¡Sí, es un plan perfecto! Pero no. El mundo es mucho más complicado que todo eso. Faltan veinte minutos para las dos y media. En este insignificante momento de la madrugada yo no soy yo, sino el reflejo alcoholizado de mi aliento. Su "vespa" está ahí, aguardando, serena. Pero las letras no están quietas. Las quisiera detener y no puede, se han transformado en una suerte de amenaza, y le piden cuentas de a ver porqué ha utilizado el punto y la coma, y son como una reivindicación. Y ahora, nuestro protagonista tiene a bien realizar su humilde proclama en nombre de todas las prostitutas del reino: "Por favor, dejadnos morir. También nosotras somos personas". Siempre hay que teclear; para obtener una palabra o un sonido, siempre hay que teclear. Sí, puede que sea cuestión de oído. O cuestión de desesperación. Quién sabe. Soy negra; una mujer negra. En mi tierra y en la de los extraños pregunto "porqué"; todos saben -excepto los blancos- que el color de mi piel es algo que va más allá del aspecto puramente físico. Sea como sea, son las dos y media de la mañana y nuestro protagonista siente ganas de subirse a la "Vespa", para recordarse a sí mismo que aún es capaz de hacer una locura sin rendir cuentas a nadie. Sin embargo, eso era antes; antes de que las mujeres tomaran a su cuenta el asunto de la justicia. Porque a partir de ahí todo fue completamente lógico y absolutamente aburrido.

***

¿Qué espera nuestro protagonista de esta novela? ¿y tú que esperas? ¿un galardón...?

Tienes razón. Es hora de hacer frente a la verdad. Soy una prostituta. Ofrezco mi oro en los burdeles del muelle. Esta semana me inscrito en un cursillo, para acostumbrarme al euro. En el libro de contabilidad tengo apuntado hasta el último penique. Soy minuciosa. Sentimental, no mucho. Quiero escribir porque he sabido que de ahí se puede ganar mucho dinero. Al menos, veo que muchos de mis colegas están amasando verdaderas fortunas escribiendo. Lo fiento, refpetable fúblico. No ha fido mi intenfión faltar al refpeto de nadie. Folamente ha fido un inftante de locura, nada maf. Sin embargo, es cierto que soy una prostituta del puerto. Y luego de pasarme el día leyendo a Horacio y Verlaine, me bajo a los muelles a apagar la "gusa" de mi cuerpo, y en los burdeles extingo el fuego que me consume. Aun siendo prostituta de escasas letras, en medio de esta sociedad bárbara llego a parecer alguien. Además, soy muy sensible. Como todas las prostitutas. No es cierto que lo hago por dinero. Es más que eso. Adoro... este modo de vida. Los hombres rudos y zafios, pero también los jóvenes imberbes y todavía inexpertos. Alguna que otra vez, una mujer... Todos pasan más tarde o más temprano por este lugar. Algunos me llaman "La Gran Triunfadora". Pero yo no les hago caso. Yo soy todo el amor del mundo. El amor carnal, sí. Pero amor al fin y al cabo. Ahora ya sabéis quién soy.

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Como ya sabéis quién soy, no es preciso seguir fingiendo. ¡Ah, qué estupidez! La cuestión es llenar el papel. En esta vida siempre necesitamos del papel (incluido, sobre todo, en el water). Nuestro protagonista es uno de esos escritores gorditos que ya no caben por la puerta de su casa (¡han cumplimentado tantas cuartillas!). Es la cosa más desagradable del mundo: ver torcidos los objetos de la habitación. Las cosas tienen que estar en su correcta posición; si no, señal de que algo no va bien. Chorradas. Flatulencias. Quien no tiene nada que contar acaba al final diciendo mil pijadas. Ese tipo de escritores son una legión. Famosos y no famosos. Pijos. Incapaces de apreciar las cualidades de un buen Cola-Cao. Que no pillan la coña de esta vida, porque andan muy pero que muy atareados dando un poquito de coba en la mini-cueva del mini-poder. "Mira", dijo la putilla del puerto, "piensa lo que quieras de mí. Pero admite que juegas con ventaja, porque yo no tengo referencia alguna de ti.

La madre muerta del protagonista ha comenzado a convertirse en un recuerdo difuso. Ya sabía que al final tendría que pelear contra el olvido; y sabía también que la lucha estaba perdida de antemano. El olvido ejerce una mayor influencia que la nuestra. Suprime majestuosamente tanto las cosas importantes como las fútiles. ¿Sabéis? Un día, nuestro protagonista halló una tumba escrita en euskara en el cementerio de Korella. No era muy antigua. Y además, su padre le contó algo acerca de la familia del muerto. Debían de ser de Iruñea31, y muy abertzales32. Él los había conocido. En fin, nada de nada. Y al mismo tiempo, absolutamente todo. En los pueblos pequeños todo el mundo conoce a todo el mundo. Pero también el olvido llega hasta allí. Porque el olvido es como la muerte: inexorable. Ya es de noche. Tengo que bajar a trabajar. Ya sabéis que soy una putilla del puerto. Los clientes están esperándome. Gente sencilla, buenos trabajadores, marinos desdichados que llevan en los ojos reflejada la soledad del mar, verdaderos artistas (¡aunque no lo saben!). Cuando follo dejo siempre la ventana un poco abierta incluso en invierno, para escuchar los ruidos que llegan del muelle: las amarras al tensarse, el aullido ronco y lejano de las sirenas, los quejidos del hierro, los pasos de los vigilantes, la voz metálica del mar. Mientras me trabajo al cliente que tengo encima de mí calculo lo que voy a ganar esa noche. A eso de las dos de la mañana ya sabes más o menos cómo van a acabar las cosas. Por supuesto, a veces hay sorpresas. Recuerdo que, en cierta ocasión, mientras le hacía el francés a un cliente, me acordé de mi madre que moría en el hospital. "Tal vez", pensé, "se está muriendo por mi culpa. Porque no soy lo suficientemente fuerte para abandonar este oficio". Entonces, durante algunos días, no bajé al puerto. Y en ese tiempo, tuve la impresión de que mi madre experimentaba una mejoría. Pero pronto me acometió el dolor, la nostalgia, y volví a bajar. Por una temporada anduve así: dejando la profesión y retomándola. Hasta que me cercioré de que no tenía voluntad para renunciar al sexo. Incluso hoy día sigo pensando que si hubiera tenido la suficiente entereza para ser una persona pura, mi madre no estaría ahora muerta; viviría, y por tanto, en gran medida fue por mi culpa que murió. En el fondo, no creo que eso sea verdad. Pero, y quién sabe... A veces, me pregunto si me podrá ver, si ahora ya sabe a qué me dedico, que soy una prostituta del muelle, y que me equivoqué muchas veces en esta vida. Recuerdo que, el Día de Todos los Santos, ante la tumba de mi madre, en Korella, por un momento empecé a hablar con ella. "Hola, ama. He venido a verte". Se me hizo un nudo tal en la garganta que no pude continuar. Me fui. Y nunca más volví. Han pasado cinco años desde entonces. Cinco años, o cinco días, o cinco milenios. La medida que nos sirve para atrapar el tiempo está aún por descubrir.

Cada vez que bajo al puerto, pienso: "La noche va a ser larga". Y hacia las tres ya estoy rendida. Pero lo que más me fastidia es el olor a alcohol del tipo que resuella encima de mí. Por lo demás, el resto no me importa demasiado. Estoy acostumbrada. Incluso a soportar el desprecio. Porque soy una puta de puerto. Los hombres que se acuestan conmigo me adoran antes de hacerlo, y luego me desprecian. Nunca les entenderé. Además, yo soy una mujer limpia y aseada. Dios sabe muy bien lo limpia y aseada que soy. Todas no pueden decir lo mismo... ¡Si yo os contara! Pero no voy a decir una palabra acerca de esas mujerzuelas. Cierro los ojos y hallo dentro de mí la nostalgia y el silencio del puerto, el frío milagroso del invierno -casi-casi podría tocarlo con las manos-. Ahora no se ve la luna pero yo sé que está ahí, en algún lugar. La intuyo, primero en mi cuerpo; y luego, en los hombres que vienen a mí. A medida que la luna se va llenando, se nos mete el nerviosismo en el cuerpo. Quien todavía no se ha dado cuenta de eso o está muerto o no sabe nada acerca de la vida. Sí, tengo toda la noche para mí y para mis clientes. Porque tú eres cliente mío, ¿verdad?

"Luna que rompes de luz esta explanada herbórea, en la que vivo y muero tantas veces, y agoniza la sombra de mi suerte echada al viento, pervertida sensación de lumbre y cenizas que bailan la danza de las brujas mártires. El odre del vino y las palabras vierto en esta copa absurda, y percibo tantas sensaciones como términos hallo en el diccionario"33. El placer estalla en las entrañas de nuestro protagonista, y en ese instante no sabe dónde empieza y acaba su identidad física. Soy un poeta. Soy el recuerdo de un poeta que perdió la patria léxica. Saco a la luz mis secretos y vuelvo la mirada hacia atrás, ávido por librarme cuanto antes de este galimatías. "Palabras muertas que hablan de la putrefacción del alma adulta ("cuanto más viejo más pendejo")34. Ahí fuera la noche se extiende. Quinina que curará mi enfermedad. Cárcel que liberará mi libertad. Por lo demás, ¡mira que ocurrírseme mecanografiar este instante interior! ¡y continuar comiendo mazapanes de Navidad como si no hubiera sucedido nada! Sin embargo, ésa es la mecánica de la vida. Atraer hacia sí los salivazos de las buenas gentes. Señoras y señores, ¡mis membranas y cartílagos despiertan! Si esto sigue así, acabaré siendo la única puta a la que le guste follar. Con perdón. Pero no quiero traicionar a la única voz que tengo. Quiero que mi voz siga siendo la que es. Ni soberbia ni chismosa (vocinglero35), sino una voz que surja del alma (¿qué mierda es eso del "alma"?); humilde pero verdadera, auténtica (joderrr...). Lo único que le falta a este escrito es el membrete. ¡Mira tú, incluso cuentos me daría ahora mismo por escribir! En mi condición de prostituta, adoro los chicos jóvenes. En verano cambio de piel. Recuerdo el tiempo en que era una niña. En el fondo, soy delicada como una guitarra clásica. Quién sabe a qué hora de la mañana llegarán las dos de la mañana. "Soy sólo un hombre regordete". ¡Mentira! ¡Una putilla del muelle! La más perdida de las mujeres perdidas. Pero vivo a gusto en mi piel. La chiquilla de los hombres, su juego preferido; la mujer perdida de los hombres perdidos; placer y desplacer de los cielos. ¡Si mi voz llegara hasta vosotros! ¡si tuvierais oídos tan finos como para oírme! Pero vosotros, los infelices seres humanos, sois un poco sordos, y con frecuencia os comportáis como solía hacerlo mi madre que tanto quería: equivocando elecciones ajenas. No, no echo en cara nada a nadie. En este momento tengo a un hombre encima mío, "trabajándome". No se le levanta al pobre. Podría ayudarle pero no quiero (a pesar de ser una prostituta soy caprichosa, como todas las mujeres). Me golpea. Me golpea porque no se le levanta. Me da un tortazo. Y luego estira, fuerte, de mis pezones. Luego, otro tortazo; y otro; y otro... Me doy cuenta de que eso le gusta. Y por fin se le levanta y hasta que no lo escupe no se queda tranquilo. ¡Qué pobre! Me ha dejado quince mil pesetas sobre la mesilla. No sé si marcha lleno de remordimientos o muerto de miedo. Quién sabe... Yo sólo oía los ruidos del puerto; sobre todo los que saca la grúa, por la noche, aunque nadie la maneja en ese momento. No sabéis lo misteriosos que pueden llegar a ser los puertos de noche. En los puertos se concentra el sentido -y el absurdo- de la propia existencia; el de las cosas que nos trae la marea alta y el de aquellas otras que se lleva la marea baja. Y el del humo. Ahí, en el humo de los cigarrillos, acostumbro a escribir mis poemas. Porque yo, como muy bien habéis adivinado, además de ser puta, también soy poetisa. Y una perra36.

***

Si en Internet hay algo de sobra, ese algo es el espacio, desde luego.

¡Esta noche, qué larga es! ¡la adoro! ¡la aguardo con ansia todas las semanas, hasta el viernes que por fin me la trae! Pues sí, nuestro protagonista siempre fue un parrandero incorregible. Recuerda que su madre le dejaba hecha la cena para cuando regresara. Especialmente tortilla de patatas. Fue una mujer estupenda. Si todo el mundo fuera como lo fue ella, pocos problemas habría. Pero el carro del orgullo nos arrastra por aquí y por allá. ¡Estos instantes que se nos escapan de las manos! Que ya se nos han escapado... Tienen nuestras vidas la fugacidad de un recuerdo. Tranquilos, nuestro protagonista no alberga intención alguna de empezar a cantar salmos. Aun cuando en Internet no haya problemas de espacio. Claro que seguro nos inventan algo para jodernos la marrana. Nos pedirán más guita. Esos cabroncetes lo tienen todo muy pero que muy bien atado. Una portezuela semioculta que nos señala la nada por la que nos diluiremos. Y el poder de la poesía que no es sino la cura de la enfermedad, que es el sueño, que nos aprisiona y acuna en esta noche lunar, de asfixia y morriña, y un puente tendido a la distancia, un puente de hierro, y una infancia peregrina en su sentido literal, puro, que se palpa, en cada símbolo y vuelta de torno. La carne que huye del calvario, que se arrastra y... ¡Nabucodonosor! Tengo los piojos revueltos hoy. Será el viento de la madrugada, que atosiga el semblante37. Sabotaje sádico; dinamita barata. Hay que hacer estallar todas las fuentes, para que nunca más tengamos la oportunidad de quitarnos la sed. ¡No, mil veces no!

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Tal vez nuestro protagonista debiera dar por finalizada esta narración. Y comenzar así un nuevo "cu-cuento". A veces nos obstinamos. "La novela más larga"; "el sueldo más elevado", "el mejor coche". Pura obstinación. Esta noche las brujas llaman a nuestro protagonista. Le susurran: "Ven con nosotras. Haremos una hoguera y bailaremos." Nos falta poética. Deberíamos crear una sociedad secreta, para divertirnos con bondad pero con sensualidad. No digo que hayamos de caer en el vicio. Claro que ya estamos caídos en el vicio... Nuestro protagonista lo único que dice es que debemos recuperar a las brujas, traerlas de nuevo a la vida. De lo contrario, Euskal Herria38, el Planeta, lo tienen claro; mujeres alocadas, dispuestas a bailar alrededor de la hoguera; que pierdan el sentido mirando el fuego reflejado en el espacio infinito de la noche... arrebatadas. Tenemos que regresar al principio; tal vez, a un nuevo episodio de nuestro existir.

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Cuando la noche es tan larga incluso se le llega a hacer corta a nuestro protagonista. Le gustaría coger la Vespa y hacer una escapada a Bilbo. Ver el puente colgante que aún no conoce con sus propios ojos, tocarlo con las manos. Y, quién sabe, conocer el piso de una bilbaína... Un viejo sueño, que pone por escrito en un viejo papiro... No, nunca más volverá a consultar el futuro en el diccionario. Ya lo mira demasiado durante todos los días de la semana. Hoy no. La noche de hoy es sólo para él. En esta noche de hoy por la noche su voz es un pájaro (o un insecto) que extraviado pero libre cruza el cielo; tal vez sea un pájaro (o un insecto) de los tiempos antiguos, extraño, insólito, lejano... No, ya no quiere buscar la inspiración en el diccionario; en sí mismo o si no en ninguna parte. Espera, puede que otro chupito le ayude... a entender algo, a atrapar la "realidad", a saber quiénes somos, quiénes hemos sido. Señoras y señores, el diccionario está muerto; o se ha ido a dormir. El diccionario es una personita de innumerables personalidades. Nuestro protagonista come palabras, se alimenta de palabras. Él es todos los diccionarios y la palabra que se haya en todos los diccionarios. Creed en él... y os equivocaréis de medio a medio. Como se equivocó la humanidad. Por creer. Siempre por creer. Pero... es tan triste no tener nada en lo que creer. ¿Veis cómo somos capaces de pronunciar en este viejo idioma tantísimas cosas que nos hacen temblar? El clavicordio deja a nuestro protagonista repleto de sonidos. Se le meten dentro acordes de otra época. Mira al reloj y encuentra un hombrecillo ahorcándose de las agujas. "No te preocupes", le grita, "por mí, puedes seguir con tus asuntos". El hombrecillo le sonríe, agradecido.

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Sé que te he decepcionado. No sabías que yo era una prostituta. Creías que era un escritor, un privilegiado (¡cráneo privilegiado!39) que respira de los más elevados aires. En la colina la hierba ha desaparecido; la tierra aparece en toda su desnudez. También la carne es así, pureza maldita. Nuestro protagonista había perdido la costumbre de tratar con los seres humanos. Ya que todo se reduce a la costumbre. En aquella isla, en la que no crecían arboles ni había rastro de manchas verdes, sólo había peñas y rocas grises que el mar golpeaba todos los días con rabia, inmisericorde, con ansia sádica. En aquella isla perdió los mejores años de su juventud y a pesar de todo no se arrepiente de ello, ya que no estuvo allí a la fuerza ni obligado por nada ni por nadie. Admitimos sin más la cárcel de la juventud... Los dedos de nuestro protagonista, que tan maravillosamente interpretan la flauta, rebosan de vida, dispuestos a comenzar de nuevo, como si nada hubiera ocurrido. Tal y como decía el protagonista de aquella película. Porque todo lo imitamos -no hay duda de que venimos del mono-. Las largas tijeras que cortan el aire, el pañuelo que seca el sudor inútil, el rencor maligno del vecino que nunca entenderemos del todo... Capítulo a capítulo nos vamos acercando a nuestro destino. Fatalmente; necesariamente. Acaso con ilusión, porque así lo quisimos... Y ahogarnos; ahogarnos no sé cuántas veces en el teclado de ese piano. ¡Ooooo! Porque vosotros queríais un guión, ¿verdad? ¡Ooooo! ¡Vaya un despiste! A nuestro protagonista se le ha olvidado el guión. ¡Ooooo! Tranquilos, camagadas, nuestro protagonista os proporcionará cuantos guiones os hagan falta e incluso más. Sí, continuará diciendo estupideces. Al fin y al cabo, eso lo que todos esperamos de un escritor. Que diga estupideces. De hecho, el mismo mundo es una gran estupidez. Tan estúpido como pensar que vamos a encontrar la sabiduría en una novela. La verdad no se halla en ningún sitio, excepto en la pornografía. Porque nuestro protagonista era un pornógrafo. Y vosotros erais sus esclavos. El mundo da vueltas alrededor de nuestro protagonista. Se esfuerza por llegar a algún sitio. Ahora es un poco vizcaíno40. Lekeitio. Gernika y Mundaka y chacolí de Getaria41. Perdón, este último está en Gipuzkoa. Pero para nuestro protagonista, como si estuviera en la Conchinchina. ¿Quién apagará la llama que lleva dentro? ¿Queréis saber porqué tradujo al euskara Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique? Porque su madre se estaba muriendo. Por eso. Y porque no era poeta ni podía alcanzar una tal emotividad en su escritura para expresar lo que sentía. Pero quería sacarlo a la luz; arrancar la tristeza que llevaba dentro. Por eso puso en euskara la famosa poesía castellana, bajo el título "Koplak Aitaren Heriotzagatik"42. No utilizó el "haren" a propósito43. Aunque en realidad no era su padre quien estaba muriéndose, sino su madre, que no había muerto aún. Pero que, de allí a poco (y no hubo de pasar mucho tiempo) moriría. ¿Veis? A los charlatanes siempre se nos escapa un secreto u otro. El Gran Secreto. Se metió por la boca del Gran Secreto y no volvimos a saber nada más de él. El Secreto se lo llevó consigo; o al revés, se llevó el secreto consigo. Cosa que no tiene demasiada importancia, pues el resultado es siempre el mismo. Los violines son cuchillos que rasgan la noche y estallan en el pecho de nuestro protagonista con brillo de diamantes.

Este espacio inconmensurable; esta ciudad aparcada en el olvido de una civilización impulsada sin quererlo hacia adelante; este chorreo de palabras que fluye inagotable hasta llenarme la faringe de tierra y sal, yo, que nunca he consistido en nada! Y así, desnuda del tiempo y de la nada, camino hacia simientes de trigo en la Llanura Alavesa, alabando a los vascos de pro que con orgullo resisten el embate de los obstinados castellanos. ¡Viva la Alava euskaldun! ¡Viva la Navarra de los vascones! ¡Viva los vascos de iparralde que continúan soñando en euskara! Cuánto trabajo queda por hacer..44. Me tomaba otro café, de veras.

***

El fauno observa desde la maleza a nuestro protagonista. De forma periódica es necesario cambiar de paisaje, a fin de poder seguir siendo. Se ha colocado la flauta en los pulmones; y ahora, al hablar, suena su música. Nuestro protagonista escucha con los oídos que tiene en el corazón. Porque en la cara no tiene oídos. La noche. El amo que busca a su perro camina a ciegas en esa noche / en la playa, hiriendo con la espada el susurro de las olas y el viento que se levanta esparciendo granos de arena / hasta el callejón en el que nosotros ya no vivimos y en el que los borrachos cantan sus canciones obscenas con infinita gracia / ellos son los héroes de la noche / los pícaros nocturnos que invocan al sol en el inmediato amanecer / las gaviotas del puerto primeras en despertarse con su graznar y nosotros qué hacemos emborrachándonos con catorce años / qué hacemos gastando las cuatro perras en la bolera / qué hacemos vaciando todo lo que llevamos dentro en esta lengua que no nos enseñó nuestra madre / ¿adónde se nos ha subido la discordia? Somos poetas en mitad de esta noche / flautas y violines son nuestras plumas estilográficas / ¡comencemos! ¡comencemos a ensanchar este camino!/ yo tengo el llanto anudado en el nudo de la corbata y todavía no sé cómo se hace (este maldito nudo de la corbata).

***

Está bien. Hace un momento nuestro protagonista ha mencionado el heroísmo. Y ahora, va a mencionar la heroica vida de una mujer. Iba a decir "nos va a contar". Pero no creo que llegue a tanto. Además, a saber por dónde sale... Cierra los ojos y deja que Pegaso le lleve a donde quiera... El heroísmo. Una vida humilde. Las bombas que siendo niña vio caer en Irún. El hambre. Los malos tratos recibidos de su época. La madre que se le murió tan joven. La madrastra. La hermana que se le murió tan joven. Y de allí a unos años, su hermano. Los años transcurridos en la Residencia de Donostia realizando trabajos humildes. La que respiró los humos de todos los fumadores sin rechistar nunca. Alguna que otra vez, en la infancia, que sufrió algún que otro mal trato y que supo perdonarlo todo. Aquello no fue una madre, sino una Virgen... ¡Una heroína! ¡Uno de esos personajes míticos de Wagner! Si queréis saber lo que es el heroísmo, recordadla (¡y cuando se quedó en la calle con sus hijos! ¡que voluntad supo mostrar siempre!). Heroísmo. ¿Qué es esa palabra? ¿Son acaso los soldados muertos en Vietnam a cambio de nada, por nada? Nuestro protagonista no sabe en qué consiste el heroísmo. Sabe, sin embargo, que es una virtud que acompaña a las personas. Cierra los ojos, para abrazar la confusión que surge de esta silenciosa existencia nocturna. Sí, os lo repetirá mil veces. Que el heroísmo se haya en ese silencio. ¡Escuchad! ¡Ahora sonará el disparo! ¿Qué ha sido eso? ¿Una amenaza? ¡Éste no es el mundo que Dios nos prometió! ¡Éste no es el mundo que merece una sola lágrima! ¡Este sentido heroico de la vida no sé de dónde ha salido, ha dónde ha ido a esconderse! Nuestro protagonista aguza el oído, y se da cuenta de que dentro de sí un sentimiento tan inmenso/tan insignificante como su patria crece y crece sin parar -espero no fastidiar a mi vecino-. No. Esta noche es la noche en que tienen lugar bellos sentimientos, imposibles de equiparar con nada. Esta noche, nuestro protagonista sentirá cosas que nunca antes había sentido. Esta noche no va a dejar nunca de teclear. Y si los dioses y las musas así lo quieren, verá el amanecer romper frente al mar silencioso, romper dentro de él. Si los dioses y las musas así lo quieren, esta noche no se irá a dormir, y apenas se acordará siquiera de su hijo. El heroísmo. El de nuestros gudaris. El de los que lucharon por nosotros, por Euskal Herria, por ellos mismos. Por esa patria que llevamos en las manos, en los labios, que saboreamos incluso, y que entendemos y hacemos nuestra. No, tened por seguro que al menos esta noche no va a ser necesario el diccionario. Las olas se alzan a la entrada de la ciudad y parece que vayan a tragarse el puente. ¡Ah, y los moros! ¡Esos también son heroicos! ¡Los únicos que han sabido resistir al paso del tiempo! ¡Los miserables, los pobres, los necesitados del mundo! De este mundo que se nos llena de palabras. Qué pobre es... Hasta que viene alguien y nos da una lección. Por ejemplo, el pueblo de Txetxenia. Pero nuestro protagonista no quiere darle un nombre a la noche. La noche de hoy tiene que ser especial y durar lo menos hasta el amanecer. Sortilegio que se enreda en las manos. Las sorgiñas45 que bailan en los oscuros montes que rodean Astigarraga. Las sorgiñas que se emborrachan con nuestra sidra46. Nuestro protagonista mira hacia delante pero no ve nada. Solamente, por un lado, el amor casi heroico, casi abertzale47, que se le anuda en la garganta, como si torbellinos de aire se lo llevaran consigo, a través del ajeno espacio de Texas, hasta la tierra en que la pena de muerte es una realidad (con el beneplácito del estado y de una buena parte de los contribuyentes); y por otro lado, el sentido heroico, ese mismo sentido heroico que mana de la noche, que le fluye de las venas sin que sepa por qué, tal vez porque en su cuerpo cabe el universo. Y no sabe dónde se acaba; no lo sabe, no lo sabe, no lo sabe. No sabe dónde se acaba. Tal vez, piensa, se acabe en el cementerio de Korella. Ya sabéis, en el campo santo de allá, en la tierra en la que un muerto, un muerto querido descansa... y las parras de uva... y el vino que algún día nos endulzará la garganta... Esos sí que son bárbaros, y no nosotros... Nuestro protagonista48 se despierta a las dos de la mañana de su dormir sentimental. Y mirando a su alrededor, se pregunta: "¿Dónde, dónde están los euskaldunes?"49 La sombra de un ciprés le tiende una mano, para que entienda mejor las cosas de la tierra. Moriremos a hierro.

No, nuestro protagonista no está de acuerdo. Y cada vez ve más claro que debería comprarse unos auriculares. Alegría. Recuperemos la alegría. Saquemos a la luz la alegría (aunque resquebrajada) de más allá de Iruñea50, en las tierras de vides. No. Esto es una locura. Nuestro protagonista no encuentra por ningún sitio la unidad del capítulo. Es por culpa de los auriculares. La belleza. La melodía que nos colma de belleza. ¡Que se repita! ¡Otra vez! ¡Una vez más! Es estimulante. ¡El carbono! ¡El Santo Padre! ¡Rudolf Diesel! ¡Amsterdam! ¡El submarino! Cuando los sentimientos se ocultan bajo la niebla... Cuando lo que en realidad queremos decir se oculta bajo una falsa erudición... ¡Qué estallen las calles de Donostia al son de los tambores! ¡Eso también es heroico! Cuando los tamborreros se detienen ante el cuartel de los bomberos!51 ¡o cuando ante la cárcel silenciosa52 los coches pasan haciendo sonar sus bocinas! De todas formas, nuestro protagonista empieza a estar harto de tanto heroísmo. Seguramente, también sus vecinos empiezan a estar hartos de él (los ruidos más insignificantes se vuelven tan sonoros en la noche...).

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Soy un águila. Atravieso el cielo. Desde aquí arriba, los seres humanos se asemejan a los gusanos. Los murciélagos son sabrosos, manjar de dioses. Lanzo un grito hacia el cielo. Puesto que soy un águila joven, tengo en mi fuerza una fe sin límites. En el nido tres polluelos aguardan mi regreso, aunque solo dos de ellos conseguirán salir adelante. Mi hembra anda también por ahí, como yo. Estoy acostumbrado a divisar las cumbres. No me asombro de tales cosas, porque yo misma soy una de esas cosas. Ahí abajo, los bosques cerrados, los ratones que huyen de mis garras. De habla soy algo corto; pero, en cualquier caso, águila al fin y al cabo (águila-corta).

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Los escritores que escriben novelas quieren transcurrir por la vida sin prisa alguna. Creen que así conseguirán vivir más, aunque en realidad es sólo una sensación. Ya que no saben vivir sin sensualidad (pero la mayoría de las personas sí...). Musas. Musas de Euskal Herria53. En los montes, danzando, riendo, trajinando conjuros y pócimas... Un gaupasa54 estupendo en mitad del bosque. Exotismo. La-ra-rai-lai-ra-la-rai. Sonidos ciegos, que nos llegan envueltos en el misterio.

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Tal vez nuestro protagonista debiera dar por acabado todo esto. ¿pero, y por qué no aguardar un poco más? Tiene por delante toda la noche sempiterna. ¿Para qué afanarse en el final? ¿Para ver un par de tetas en la televisión? La necedad de los fines de semana. Aquí no hay heroísmo; aquí sólo hay narcisismo, insolidaridad y ganas de comprarse un coche que ande a toda pastilla. No. La inspiración hay que buscarla en otro lugar. La inspiración es un número de cuatro dígitos. Pero hay que encontrarlo. Es preciso aguantar hasta que la anilla del amanecer haga su aparición. Los moros. Esos también son tipos duros. Ni mejores ni peores: duros, tercos, audaces, crueles (en ese sentido, igualitos a los demás...).

Muy bien. Nuestro protagonista creía que la noche estaba a punto de acabarse y... le ha salido el tiro por la culata. No ha hecho más que empezar. Trompetas. Hay demasiada luz y nos hiere los ojos. Hay que hacer algo. Ahí fuera, en la calle, un hombre que no conozco me acecha. No sé por qué está ahí fuera. Puede que sea porque me quiere matar. ¿Pero y por qué querría matarme? Tal vez, porque soy una prostituta que trabaja en el muelle; o porque no supo correrse; o porque mi vecino -ese vecino que me odia a muerte- le ha encargado que me mate; o porque la policía se ha equivocado de víctima; o porque no se ha equivocado. Tamboriles. Trompetas y tambores. Podría ser cualquier cosa. El Amazonas se nos ha metido dentro de las casas de Euskal Herria. Y en las calles. Donde antes había un semáforo se alzan ahora gigantescas palmeras. Y escondidas en la maleza, todo tipo de alimañas: cocofriloak, arañas ferribles, culefraf figantescaf... y el (f)amor. El (f)amor de la selva. Es especial. Nadie lo sabe mejor que yo, esta puta. Porque la civilización me arrancó de las selvas vírgenes del Brasil. En aquella época yo era tan virgen como mi selva, mis árboles, mis bestias y mi pueblo. Pero llegaron los hombres, los hombres blancos (¿por qué es el color blanco el que simboliza la pureza? Seguro que nadie le preguntó su opinión a los negros, a los indígenas). Y se lo llevaron todo consigo: las fantásticas aves del cielo -¡mensajeras de las divinidades!-, el hablar reposado de los árboles al anochecer, mi corazón salvaje y mis recuerdos más recónditos. Ahora estoy aquí. En esta taberna sórdida del muelle. No creas, también podría estar en una casa de la ciudad, de criada. Pero yo prefiero este lugar. Al menos aquí, en este burdel, puedo vivir la fiereza, la libertad de la selva. Hasta cierto punto... Cada vez que bajo al burdel, pienso: "La noche va a ser larga. Y mientras me jodan, veré las estrellas desde el ventanuco de la pieza, bajo el sudor concentrado de los hombres". Éste es mi mundo; el vuestro; el alcantarillado de vuestro mundo. Sí, todos acaban pasando por aquí. Es como nacer y morir. Una llamada misteriosa. Misterio que comienza en medio de un par de piernas. Algunas veces miro hacia el agujero que tengo entre las piernas, maravillada, y me pregunto qué diablos verán ahí dentro... Voces. Danzas. Una alegría antigua. Yo también quiero gozar de esa samba. Comienzo a mover las caderas y todas las miradas de los hombres se quedan clavadas en mí. Los dejo embrujados. A ricos y a pobres. A ingenieros y a humildes trabajadores. A jóvenes y a viejos. Cuando escucho resonar en mi cabeza los tambores de mi selva violada, comienzo como una loca a danzar. Y nadie sabe exactamente qué ocurre, pero mis compañeras siempre me dicen que es como si todo el burdel quedara bajo la influencia de un hechizo. Les gusta, claro está. Puede que sea culpa de la bebida. Bebemos mucho. Somos trabajadoras. Una vez, un joven cliente que solía acudir con frecuencia a reunirse conmigo me dijo que debería afiliarme a un sindicato. Era revolucionario, creo. O, al menos, yo le llamaba "el revolucionario". A él parece que le gustaba. Era muy joven. Aún no sabía que en la vida hay así como una cadencia, y que hay que seguirla siempre. Si no, se corre el peligro de extraviarse y acabar en el lugar equivocado. De todas maneras, es cierto, sí, que no importa demasiado acabar en un sitio o en otro. Siempre y cuando sea un lugar salvaje. Si no es salvaje, entonces señal de que has ido a parar a una oficina. Yo estoy acostumbrada a respirar los olores de la selva. No soporto los olores a tinta, papel, toner y calefacción central, me hacen perder el sentido. A cada cual lo suyo. No en vano, mi pobre madre me enseñó a morir. De hecho, es cosa sabida que tenemos los días contados, así que ¿para qué comportarse con cobardía ante el destino? No, nosotros, los habitantes de la selva, no somos griegos, ni descendemos de los griegos; no somos civilizados. Tal vez, un poco "gambuínos". Pero ni eso. Porque estos iban en busca del oro; y una vez encontrado, aunque lo abandonaban allí mismo, el sentido de su búsqueda era eso, dar con la veta de oro. Nosotros en cambio rechazamos no sólo el descubrimiento del oro, sino la misma búsqueda. Por eso permanezco en este burdel. Porque quien viene aquí no busca nada en especial; a lo sumo, comida. Al igual que en la selva, comida. ¿Esperanza? ¡Ja! Eso también es parte de la civilización. Y nosotros no somos "conciudadanos", y menos aún "ciudadanos". El mismo nombre de indígena lleva aparejado consigo un insufrible toque "educativo", "civilizado"... La culebra no es indígena, del mismo modo que nosotros tampoco lo somos. Y el caso es que nos gusta. Aún así, tengo que reconocer que, a veces, siento unas ganas irreprimibles de tratar de comprender la civilización. Sobre todo cuando el cliente me folla con morbo... entonces tengo la impresión de entender algo... Aunque en realidad lo único que consigo es sentir aún con más intensidad la sensación de selva. Rupturas. En el mundo hay muchas rupturas. Y yo estoy en una de esas rupturas. Para saber en qué consiste la elegancia, no hace falta irse a vivir a New York. Ven a mi puticlub y te enseñaré lo que es educación, buenos modales, auténtica civilización. Incluso te regalaré una guía para pasarlo bien. "Y si no se le levanta, le devolvemos su dinero". Y una mierda55. El dinero, una vez que se da, no se vuelve a recuperar jamás. Es como morirse. Una vez que te mueres, nunca más vuelves a vivir. Bueno, al menos, a primera vista... Aunque en la selva es cierto que pensábamos de otra manera. Creíamos en la resurrección, sí, pero no en la misma resurrección que nos daba a entender la iglesia católica o la civilización (es casi lo mismo). Por ejemplo, si una culebra te mordía y morías, entonces en la siguiente vida serías una culebra; si el cocodrilo te devoraba, entonces en la siguiente vida te convertirías en un cocodrilo. Y así siempre. Por eso, incluso los animales más temibles eran objeto de veneración por nuestro pueblo. Éramos salvajes. Comíamos la carne de nuestros prisioneros, porque creíamos que de este modo su fuerza pasaría a nosotros; y porque nos salía de los cojones; y porque las leyes las hacíamos nosotros, y no cuatro pícaros bien nacidos, como vosotros estáis acostumbrados. Pero a cada uno lo suyo. Yo amaba a mi pueblo, con todos sus defectos. En cambio, el vuestro áun no he conseguido amarlo, con todas sus virtudes. Son éstas palabras mayores. Así que no confío en que me entiendas. Ya que andáis demasiado ocupados ganando dinero, haciendo la revolución, difundiendo la cultura y consiguiendo un mundo mejor. Tal y como se espera que lo hagan los ciudadanos de pro. Porque sois todos muy honrados, vaya. Por eso habéis perdurado durante tantos siglos, porque sois honradísimos. Aguarda. Un cliente. "Sí, tú también me excitas. Diez mil, incluido el francés. Muy bien, cariño. Por aquí. No, no; no me puedes mear encima. Eso en las películas sí. Se puede hacer. Porque el hediondo olor no llega a atravesar la pantalla. ¿Atarme...? ¿Qué yo te deje a ti que tú me ates a mí? ¡Ja-jai! Mira, te diré exactamente qué es lo que puedes hacer: puedes meterla en mi boca, puedes meterla en mi coño y puedes también meterla en mi culo. Nada más. Sí, todo eso a cambio de una lechuga de diez mil pelas. ¡Eres un tipo listo, eh! Estupendo, parece que nos entendemos tú y yo. Sí, yo también te quiero". Esta noche las cosas van bien. Lleva buen ritmo. Y, ¿cómo se suele decir?... Ah, sí. Vibraciones. Noto buenas vibraciones. Quién sabe, puede que hoy me enamore de alguien. Porque a veces me enamoro. No sé por qué, pero suele sucederme con la luna llena. Otra prueba más de mi salvajismo. Cuando estoy caliente, cuando me llega el momento adecuado para reproducirme, entonces suelo mostrar una inusual tendencia a "enamorarme". La naturaleza lo hace todo en lugar de nosotros. El que no entiende eso no sabe en qué consiste la vida. Cuando mi óvulo (¿o tendría que emplear el plural?) se dirige hacia el lugar preciso, instintivamente tiendo a buscar un amante: el hombre que sabrá entenderme, el chulo que me protegerá, el "marido" que me dará seguridad... Pura ilusión. En tales momentos suelo decir al barman que suba el volumen de la música. Pero es medio sordo y no me hace mucho caso. Cree que le pido más bebida y vuelve a sacarme otro "cacharro". Regalo que, por supuesto, yo admito con celeridad, porque me encanta beber. De repente, el ambiento nocturno se rompe, se resquebraja. No entiendo nada. Miro a mí alrededor y se adueña de mí el verdadero sentimiento de la chiquilla perdida en el profundo bosque. Sí, tenía razón mi madre. "Eres una auténtica arakuirí-landa-rá", solía decirme. Es decir, lo que vosotros llamáis algo así como un artista de los pies a la cabeza. ¡Eso es, sordo del carajo! ¡Sube el volumen, maldita sea! Por fin me has entendido. Y tú disimula, sí; ríete, mi querido buey. Las piedras son pesadas; y las que tú arrastras no están nada mal, ¿eh? Te entiendo muy bien, sí, pero no te aprecio. Y aunque pasara en este burdel mis próximas mil y una noches, jamás me enamoraría de ti. Tú eres de ciudad, no entiendes el lenguaje de los árboles. Estás acostumbrado a escuchar el murmullo de los recipientes de vidrio. Te ahogas en ese resto que tú llamas civilización. ¡Árboles! ¿Dónde estáis?... El follaje del bosque, el cielo verde de la selva, el amor plagado de ruidos de la espesura... ¿Dónde estás, mi querida selva? No vamos a ningún sitio, la muerte no es sino volver a regresar al lugar de antes. Principio... final... ¿Quién se corre antes, el hombre o la mujer? Del mismo modo, el principio y el final, son tal cual. Exactamente iguales. Los primeros y últimos en correrse. Carentes de importancia y al mismo tiempo imprescindibles. Cuando nuestra voz transcurrió, en aquella época de historia, en otra ciudad o en otra selva... Pero siempre el mismo lugar. Siempre, el mismo lugar siempre. Como somos propensos a perdonar, nos perdonamos. Y transformamos la inspiración en un derecho. A fin de cuentas, siempre estamos dispuestos a vivir nuevas experiencias. Parece que es tan fácil. Trabajar en un burdel, quiero decir. Pero, no. No es fácil (aún así, no más difícil que trabajar en una fábrica de tornillos). Es una mera cuestión de costumbre. Ya sabes, tanto si te acostumbras como si no. Si te acostumbras, estás perdido; y si no, también. La mejor opción, la que la selva te ofrece: ninguna. O, sí, ésta: sé un cocodrilo, un papagayo, un mandril... Sé la nada. Sé una tabaquería en Lisboa. Sé un humilde escritor, un pobre traductor, un corrector anónimo consciente de su insignificancia... Sé un borrachín célebre y sin nombre. Pero, sobre todo, busca una buena excusa. Eso es lo más importante. Disponer de una buena excusa, para justificarte ante ti mismo; para darte un poco de coba a ti, y ante ti mismo. ¡Ay, qué pocos escritores somos en este pequeño país! ¡Cuántas putas y qué pocos clientes! Pero alegrémonos, porque estoy plenamente justificada. Justificada ante quien me lee y ante quien no me lee. Quien quiera vivir sin poesía que de un paso al frente. ¡Pum! ¡El siguiente! Así hay que conseguir la felicidad. A tiros, gorgojeando, a gritos, a golpe de burbujas, de pensamientos, a golpe de pala. Para saber en qué consiste la felicidad, primero hay que saber en qué consiste la infelicidad. Y para eso, no hay nada como ser una puta. De veras, os lo digo por experiencia. Después de dios, la puta es la persona más irreal que hemos creado. El placer que nos da se nos transforma a continuación en algo completamente diferente (en nostalgia, en gonorrea, en sentimiento de culpabilidad, en sífilis, en ganas de regresar -para matar o abrazar de nuevo a la puta-, en hepatitis B, etc. etc.). Mientras me desnudo, miro por el resquicio de la puerta, tratando de saber cómo es el tipo en cuestión. Si veo que es tímido, joven y nervioso, me alegro lo indecible. Me gustan los jóvenes. Son especiales. Tienen pocas enfermedades (si es que no son drogadictos). Así es. Si alguna vez escribiera algo, no escribiría un libro de viajes. Mi viaje está aquí, en este burdel, dentro de este cuerpo mío de puta. Todo los demás viajes (con sus aviones, con sus hoteles de lujos y con sus aburridos autobuses) te los dejo a ti, estimado cliente. No te enfades. Ya sabes. A cada uno lo suyo. ¿Sabes una cosa? El jazz, el jazz es uno de los pocos sonidos que conmueve mi espíritu. Pero tiene que ser jazz de la selva; no del Bronx (yo soy salvaje, pero no tanto...).

He aquí el ansiado cliente que esperaba. Todos nuestros clientes creen que las putas perdemos el culo por enamorarnos de ellos. Mientras paguen... Pero éste parece diferente. Trae un libro en el bolsillo de la chaqueta. Y en el otro bolsillo una casete. Está claro que a este tío no le sobra el dinero. No importa. Mi óvulo anda a la aventura y eso es lo más importante. Tengo unas ganas locas de enamorarme. He sabido que éste es el cliente con el que suspiraba esta noche, con el que suspiraba desde hace tiempo (desde mediados de este mes, digamos). "¿Te gustaría atarme?" "¿Qué?" responde, colocándose mejor sus gafas de intelectual. "No seas tonto". "Bueno, a ver qué pasa", él. "¿Pero quieres atarme o no?", yo. "Bueno, pero sólo los cordones de los zapatos...". Me toma el pelo. Hay veces en que odio a mi óvulo. ¡Una flauta! ¡El sonido de una flauta! Vaya, parece que este barman no está siempre tan sordo... "Soy toda tuya", le digo. El muchacho me mira entre asustado y divertido. Al acabar le ayudo a ponerse la chaqueta, como si fuera mi maridito. Y en el umbral de la puerta le despido con un beso. En realidad, a nuestro protagonista le ocurre lo mismo que a todo el mundo: que está envenenado; y que envidia lo que no posee.

Okey. Es fiesta. Yo soy tú. Foot-ball. "Hooligans (¿lo he escrito bien?)". Latas. Botes. Traqueteo falso de metralletas. Los ruidos más explosivos del mundo que no te hacen perder el sueño. Y la calle. Si algún día decidiera huir de aquí, sabría adónde ir: ¡a Brasil! ¡A la tierra en la que hasta las putas están en el paro! A la tierra del petróleo y del oro. Cada gobierno tiene aquello que se merece. Pero en esta ocasión este asunto va más allá de un mero gobierno. Puede que ya sepa quién es la persona que quiere matarme: es el matón enviado por el director de una conocida editorial. Muy bien, estoy a su disposición, Mr. Dead. Incluso le ofrezco mi culo, por si le viniera bien. Claro que si eres mi pérfido vecino X, tanto mejor. Porque yo siempre he tenido problemas con mis vecinos. No sé si porque soy demasiado salvaje o porque ellos son demasiado civilizados. Además, puede que sea la asociación de vecinos del barrio los que han lanzado tras de mí al asesino profesional -cada uno tiene sus propias maneras de demostrar el amor que nos profesa-. La una. Todas las putas del club están currando. Y también mis vecinos. Unos trabajando y otros trabajándoselos. La misma caca, al fin y al cabo. Claro que todos somos gente civilizada. Incluso yo. Porque entre mi selva y mi yo actual hay una distancia de veinte años. En fin, sólo es un modo de hablar. La una; la una de la mañana. Mi madre, por ejemplo, murió a las once y media de la mañana. ¿O fue a las...? El olvido es una apisonadora/una fiera colosal que pasa por encima de nosotros. La sensación de la muerte se borra de entre el recuerdo de los vivos. La muerte no es sino el grito de terror en mitad de la selva, la caricatura garabateada por un niño de cuatro años. Un suspiro. Una tumba de regalo. Sentimiento de frustración. Sorpresa. Reflejo final de la civilización. A veces, vuelvo la mirada hacia la ventana, para ver si continúa ahí el matón... Sé que está ahí. Pero yo no puedo hacer nada para evitar mi/su destino. Ya sé que no soy una puta de la Europa septentrional, pero... los intelectuales somos así. Espabiladillos... Mi risa estalla a cada golpe de folleteo... Creo que he bebido demasiado. Muy bien, Manuel. Ahora, no tengo tiempo de cambiar de electricista. Además, me solucionas todos los problemas que me surgen con los dichosos amperios. A mí y a mis maravillosas compañeras... ¡Bailemos! ¡Vaciemos los vasos! ¡La próxima la pago yo! ¡Axio y Acron no están muertos! ¡Están tomando potes en las tabernas de Astigarraga! ¡Brasil! ¡Negras! ¡Marrones! ¡Blancas medio negras! ¡Blancas medio marrones! ¡Marrones medio negras! ¡Marrones medio blancas! ¡Japonesas que solo hablan en portugués de Brasil! ¡Japonesas medio blancas! ¡Blancas medio japonesas! ¡Blancas marrones medio japonesas! ¡Vascas japonesas medio blancas marrones! Etcétera. Los mapas genéticos no tienen límite. ¡Trata de superar la ironía de esta putilla, "cojonazos"!... Venga, demuéstramelo. Te va a costar, ¿no? Bueno, pues si no puedes, pégale fuego a un taller de ciegos. Así te sentirás mejor... No, no te deseo ningún mal. De veras. Sólo quiero confundirte, nada más. En el nombre de la buena opinión que yo tengo de ti.

Mira, nuestro protagonista os va a confesar toda la verdad y nada más que la verdad: siempre fue un poeta, desde la misma infancia; nunca ha tenido muy claro (para bien o para mal) todo eso de las relaciones sexuales; amaba y odiaba a sus progenitores de todo corazón; en una época, fue un rostro en las calles de una común ciudad llamada Zaragoza. Mira, os lo digo de veras, nuestro protagonista no ha sido nunca. Siempre trató de ser alguien querido que no era. Y no lo consiguió nunca.

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¿Qué quieres? ¿Quieres saber dónde está la puerta? Vale, pues sigue por ahí. Y ahora entra. Pero... si te acojonas, no me echarás a mí la culpa, ¿verdad? Okey, okey. Soy guineana. Antes me llamaba Akurí-telé; y hoy, Amanda no sé cuántos. Muy bien. Soy una cosa. Una cosa que se desparrama por vuestro país (¡Rock&Roll! ¡Portugal!). Por suerte, en este mundo se puede conseguir de todo. Mi asesino sigue ahí fuera. No es tan vil. Él tampoco creo que sepa porqué tiene que matarme. Este ritmo me vuelve loca. Me fascina. Aquí o en cualquier otro país... no importa. Este ritmo siempre me acaba pillando de improviso. Este ritmo. Este ritmo siempre...

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¿Quién secará las lágrimas de tu mujer? (No te apures, seguro que aparece alguien con una polla entre las piernas rebosando amor y ternura). ¡Hazme un poco de caso, joder! ¡Yo te quiero, pero sólo en este burdel del muelle! Porque, ¿sabes?, gracias a ti (y a tus dos pollas) entiendo mejor el mundo. Dame una esperanza, por favor. Reflexiona un poco, tú que eres la ternura del mundo, tu que eres la reflexión del mundo, sé el acontecimiento único de mi vida (y de mi coño, berzotas). Rápido, únete a mí, ven conmigo (culebra). Piensa (si puedes). Si ésta fuera nuestra vida diaria, ¡hasta dónde no habría de llegar nuestra poesía selvática (zampabollos)! Por favor, ahora que has empezado a comprenderme, no me abandones en medio de esta fría civilización. Llévame contigo a la (es)tu(ú)pida selva, a las tierras infertiles de los bravos campesinos anárquicos. No creas que soy indiferente y fría. Tú que llevas en ti los ritmos de un día, y de otro día y de todos los días y de todas las noches: abrázame, méteme tu gran polla dentro de mi gran coño, en este burdel del muelle. Tú eres el que hace tiempo esperaba, tú. No lo olvides. Las melodías de la selva, las horas de embriaguez, los amoríos y momentos de pasión... todos llevan a ti. Mi óvulo está a punto. A punto para la reproducción (eso es lo que un/a juez/a de Texas no podrá entender nunca: son demasiado civilizados). Y ahora cantad. Ésa es mi vida, mi sueño, vuestra canción, vuestra melodía, vuestro carnaval, vuestra voz cálida y sensual. No, no me atrevo a dar tijeretazo. Ese derecho se lo cedo a los "privilegiados" que llegaron a las "Indias" por primera vez. Todavía no estoy muerta; por tanto, todavía estoy viva. Y canto, danzo y me dejo arrastrar por la melancolía en homenaje a ti, por ti, sólo por ti (baboso). Aunque hace tiempo que vivo en un burdel, sé lo que es el amor. Y os lo digo en nombre de todas las prostitutas, en nombre de todas las putas que todas las noches lloran su dolor de puta, en nombre de todas las putas que tienen clavadas mil flechas de la selva civilizada en sus corazones de puta. Y perdón. Porque yo no soy la puta de todas las putas selvas.

Sensualidad. Sexo. No creas que estoy dispuesta a todo. Tu dueño te obligará a ello. Lo mismo en un trío que un cuarteto. Pero mejor si no bebemos más por esta noche (el "sexofón" nos hará llegar el siguiente mensaje). La vida es así (una palurdada). Nuestro protagonista no nos va a decir que la vida sea alegre ni aburrida (quién frijoles le ha preguntado nada...) Sólo que es así. Tienes que aceptarla según te llega (y una mierda). Si te ha tocado repartir propaganda en los buzones, bueno pues... (jódete). Puede que la felicidad sea eso (no digas jilipolleces, tío). Nosotros también somos felices viendo a los turistas bañarse en la bahía (¿qué pasa tío, te has metido un churro de chocolate por el culo y ahora no puedes sacártelo o qué hostias?). ¿Ése es el sentido de la vida? Quién sabe (a qué te huele el trasero, cabronazo). Puede que nuestro protagonista sea uno de esos músicos callejeros que tocan el sexofón en las esquinas. Durante la semana, durante la aburrida semana que difícilmente soporta, toca el sexofón para los turistas. Pero su espíritu (¿?) se ha perdido inútilmente. Sabe que hay otro lenguaje (con sabor a cebolla). Por desgracia, para hablar en un idioma determinado, es preciso que exista alguien que vaya a entenderte en ese idioma (... ergo existo). La nostalgia viene más tarde... Son como las últimas olas llegadas a una playa a morir, al final de su viaje... Como si fueran saludos muertos... O las palabras de un sencillo mensaje lanzado hace tiempo... Si supieras de mi ternura... Pero estáis ciegos. Y me desprecias incluso para ser vuestra perra... Me hacéis sentir un souvenir en vuestra bostezante Europa. Pero yo me siento. En esta Europa muerta, justo en medio de los extraordinarios recuerdos que guardo de vuestros infinitos protagonistas... Europa... esa explosión de sentimientos oscuros... en el que el pueblo chechenio perece con el mismo orgullo de los vencedores...

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Las dos. Y en la radio es tiempo de reflexión: "¡Neu peu...! Nurá... Ioi soi comme une cançon que part l'alma d'un enamorato de vertat. Seu coraçon que non palpita sinon con una verazitá qu'e non se'non alcanza..." Ya veis, lo que decimos no tiene importancia; cómo lo decimos es lo que importa (aunque en realidad, a nadie le va un carajo lo que digás o dejés de decir). Nuestro protagonista se ha apercibido del mensaje. No le hace falta nada más. El sol, salido de todos lados, calienta su viejo corazón (de 450,-Ptas. el kilo). Nuestra protagonista está enamorado. Quiere traer un poco de calor al hogar de los vascos. Es cada rostro de los carnavales, el espantapájaros de infinitas caras en medio de la borrachera de máscaras. ¡Calor! ¡Calor! Nuestro protagonista iría feliz a buscar a su amante, porque sabe que en esta noche de carnaval está por ahí, sensual y distante, tocando una turuta (con el ano). "¡Aquí! ¡Aquí! ¡Me he enamorado de ti! ¡De tu sentir selvático! ¡Multiplícame! ¡Sé en mi el animal misterioso del bosque, la quimera, eso...!

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¡Faunos! ¡Distinguidos faunos!

No. Esto va mucho más lejos. Es la música grave escuchada hace tiempo. Como si algo fuera a suceder. No es la música surgida en las gigantescas selvas y/o ciudades de Brasil. Aquí, alguien, en Europa, está creando un sentimiento válido para todos. No hagáis preguntas. Es un grito, un trueno alegre, de toro-de-fuego que parte mi pecho en dos. Este sentimiento que ahora, en este instante, me rompe por dentro es el mismo grito que en vano lanzó hace cien años un hombre (el mismo hombre y el mismo grito que se repite cada cien años, desde el principio de los tiempos). Tú, tú que no oyes nada, tú eres el culpable. Tú eres -y no la patria de los demás- el que tiene la culpa de haber perdido el territorio. Sé lo que me digo. Este sentimiento tiene hondas raíces. Es el mismo sentimiento que tuvieron tantísimas tribus, civilizaciones, pueblos. El mismo sentimiento que un día tendré que llevar conmigo a casa y dejarlo allí aparcado para siempre en una balda. No, no me pidas a mí nada que no le vayas a pedir a quien tienes (siempre) a tu lado. Ya he conocido a demasiados locos e hipócritas. No es mi culpa (sólo quiero impulsarte hacia delante). Si no lo he conseguido, si no lo has conseguido, busca dentro de ti la respuesta. No seas cobarde. He conocido a muchos como tú (como yo): entre los revolucionarios, entre los políticos de primera línea, entre los humildes, entre los que sufrieron (e hicieron sufrir) todo tipo de tormentos... No busques una respuesta en mí. Yo no soy un camino, yo sólo soy el comienzo de un camino que termina en mí. Soy quien pone tu devenir patas arriba, de modo irremediable, ahora, a las dos de la mañana, en este instante en el que tu hijo duerme junto a su madre, en este preciso instante en el que la realidad y el sueño y la quimera se entremezclan. Tu espíritu no tiene límites; es el balón que una y otra vez se cuela en la portería. Y los gritos y aplausos y vítores que no cesan jamás. Yo soy tú, soy tu balón, tu portería, tu entrada de fútbol, tu partido-aquél-inolvidable... Nada más. La infancia es el recuerdo extraviado y abandonado en un campo de fútbol que ya no existe. La nostalgia es el pájaro azul56 que incansable continúa su transcurrir infinito. El dolor es el rastro -rastro de odio- dejado en la escuela que forzosamente se nos obligó a amar. Ven, musicalidad suprema de las incomparables miserias humanas... Ven, misericordiosa expresión de memorables analfabetismos... Este camino comenzamos juntos a sentirlo y juntos también lo dejaremos de sentir. Los políticos han hablado; los poetas hemos hablado. Sea el tiempo compasivo con todos nosotros. ¡Cuántas voces muertas a nuestro alrededor!... Tanto ganas, tanto vales... El licor que me abrasa los labios, no el de los dioses de la selva, sino el bendecido por los dioses de la ciudad. Tú, voz que me juzgas, ¡llévame contigo!

Cuando al fin la muerte me tomó en su regazo, me mostró cuántas lágrimas dejaba en el mundo. Las mías... las de los demás... Todas ellas eran como para rasgar el corazón más duro. Cuando al fin la muerte me tomó en su regazo, me enseñó las mayores mentiras que había en el mundo... las lágrimas más amargas... las melancolías más profundas... La muerte me dejó un recuerdo, un sueño y una fascinación, es decir, nada. Puso ante mis ojos el rastro efímero que en realidad había sido. Me mostró que también ella, la Muerte, llora por cada una de sus víctimas. Y que yo misma era la Muerte y cada uno de los muertos que han sido sobre la tierra; y cada antigüedad temporal, cada muerto de mi inevitable morir, era yo. Nada. Un par de aplausos ante el escenario desierto, ante cada uno de los sentimientos que apenas puede llegar a crear un nostálgico dado a escribir una vez cada mil años. El llanto, la emoción... cuando apenas se pueden distinguir...

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El instrumento musical que la naturaleza no quiso regalarme habría el destino de ponerlo en mis manos. Al igual que el pianista que se apresta a tocar y antes se desentumece los dedos de la mano, así hago yo también antes de acometer mi teclado informático. La falta de costumbre y/o de partitura ligadas a los buenos resultados no son sino el momento conseguido en un instante brillante de inspiración. El canto, la voz que te rasga por dentro son el mismo canto, la misma voz que rasga la indiferencia de la humanidad. La dulzura, esa misma dulzura de los primeros pechos acariciados... Todo lo demás, barbarie. La dulzura del mundo es un secreto guardado en los senos de las mujeres. Quien no comprende el significado de ese mensaje lácteo, no comprende tampoco el significado del mundo. ¡Las noches transcurridas en vela! ¡todos esos instantes de embriaguez! ¡todo ese montón de estúpidos momentos transcurridos aguardando! La voz de una mujer conocía la clave del secreto... ¡Hay tantas idas y venidas desde este nuestro destino nativo hasta ese otro ir y venir retórico de más allás! Soy la joven mujer de la Edad Media asomada al balcón de su casa; y siento en mis venas lo que sentiría cualquier muchacha del siglo XXII: el precipicio, la herida que sin saber porqué se me abre en el corazón tierno, virgen aún... Esa misma sed de amor que tantas veces nos deja en el ridículo más patético del hombre... Soy una puta de la Edad Media, una puta vieja, deshonrada (no sé porqué), mortificada que ejerce su antiquísima profesión en el muelle de una ciudad oscura y ya olvidada... Es como si dios hubiera querido compararse a sí mismo con una prostituta, para de esta manera mostrar su omnipotencia con mayor comodidad...

¡Este martillo que me golpea sin cesar! ¡Que parece forjado del tiempo transcurrido casi con crueldad! Nuestro protagonista nunca llegará a entender a esos hombres que parecen todos ellos forjados del mismo hierro. Constituyen una considerable tribu. Y son tan decentes, tan emotivos, tan "tan"... Han contaminado las colinas con su presencia. Porque, seamos realistas: eran soberbios y esclavos de su ambición y vanidad. Sin embargo, siempre les quedaba un lado más o menos bueno, que hacían llegar a las siguientes generaciones. Menos mal... De lo contrario, no seríamos ni la sombra de nuestra sombra... Eso es algo que vosotros, los que os dedicáis a organizar conciertos para jóvenes, ya no podéis entender. Es mejor guardar en la caja de los misterios aquello que no alcanzamos a descifrar. Porque quien juega con olas repletas de musicalidad tiene el mundo en sus manos. Eso no lo dice nuestro protagonista; lo dice la experiencia. Quien inventó la abstracción no lo hizo en vano, desde luego. De hecho, nada de lo que creó fue banal. Así como los dioses y sus tiempos transcurrieron, de la misma manera transcurren nuestros sueños, nuestros dioses y nuestras vanidosas ideologías. Apenas podemos hacer nada contra nuestras mentiras.

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Ha llegado el momento de acometer al último instante. El heroísmo que antes mencionaba nuestro protagonista no vale una pija si lo comparamos con el heroísmo que judíos y palestinos han padecido en sus respectivos campos de concentración. Y bien sabe nuestro protagonista que aquello que da final a este preámbulo inacabable nunca más volverá a tener lugar en su vida. De hecho no es bueno que se repita lo que nos emociona; a veces, es preciso variar, para que no se agote aquello que nos hace sentir vivos. La vida es eso: un aburrimiento que no se repite dos veces. Ciertamente, bajo ese heroísmo no hay más que cobardía. ¿Qué pensabais? Nosotros, los vascos, somos muy idealistas, grandes soñadores. Como lo son quienes lo han perdido casi todo. No hacen falta más explicaciones; no hacen falta.

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Llegué de un lejano lugar. Me echaron, por puta. Bueno, y porque tenía hambre. De esas dos cosas sobre todo la segunda me hacía sentir avergonzada. La otra... Psst, allá, en África, entendemos la naturaleza "pretti" bien; mejor que aquí, en Santa-Europa. Es cierto, sí, que ejerzo desde hace mucho tiempo el oficio más viejo del mundo. Si existiera el título de puta, sería catedrática. Y tendría una oficina asegurada en la Universidad del País Vasco57. Mis conocimientos empíricos en la materia son inigualables. Os lo ruego, que nadie se enfade conmigo, con esta pobre puta. Le di todos mis ahorros (y también algunos favores, porque las noches en el mar son largas...) al capitán del mercante que tenía que traerme a Alemania. Cuando llegamos me dijo: "Estamos en Alemania. Baja del barco y buena suerte". Y estábamos en Pasajes. Pero eso no lo supe hasta pasados un par de días. ¡Maldito cabrón! Leí, con dificultad, la dirección escrita en un trozo de papel: "Pensión El Puerto", ponía. ¡Buena pensión, sí! En fin, para qué fingir. Pronto me sentí como en casa. Y además ganando una buena pasta todas las noches.

En cambio hoy estoy triste. Es el aniversario de la muerte de mi madre. Por casualidad, a uno de mis clientes también le ha sucedido igual. Le ha dado por llorar, cuánto la quería y todo eso. Yo no le he dicho nada. Seguramente se habría extrañado, al saber que también nosotras, las putas, tenemos madre. Por si acaso, no le he dicho nada. Me he limitado a escucharle, en silencio. Se ha marchado dejándome una buena propina. Cuando ha cerrado la puerta, no sé porqué, pero he llorado un poco. No por él, ni por la madre de ese hombre; sino por mí, y por mi madre. Luego, he enjugado las lágrimas y me he dirigido a la barra, en busca de otro cliente. Todavía soy joven, y muy bonita. Y además, exótica. Las moscas a la caca... así acuden los clientes a mí. Es la naturaleza; la naturaleza y nada más. Una fuerza irresistible. Quien le hace frente se equivoca. ¿Sabéis? Obtuve una diplomatura en la universidad de mi país. ¿En qué? ¡Bah! ¿Acaso tiene importancia eso? Lo único que vale es el poder aparente que emana de la palabra "diplomatura". La vida es así. Existir tiene esos puntos ridículos. No todo iba a ser tristeza y melancolía...

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Las palabras que vierto en esta suerte de diario me sirven para atrapar mejor los recuerdos que tengo de mi tierra. Como soy una mujer extranjera, sólo dispongo de la intimidad que me proporcionan mis pensamientos para tratar de asirme a lo que soy. A veces me quedo como aguardando las palabras, y cuando siento que ya me llegan, se apodera de mí un cierto terror, como si me hubiese quedado sin recuerdos. Y entonces me acometen extrañas sensaciones. Por ejemplo, que soy la Muerte; o que dentro de mí viaja la Muerte, como si yo fuera una suerte de ventana móvil desde la que mirara el transcurrir de las horas. A partir de las dos de la mañana ese tipo de sensaciones se acrecientan. Puede que sea debido al alcohol; o a tantos hombres en tan poco tiempo... Qué sé yo. En esos instantes me transformo en buque; en palangrero. Y mi cuerpo y mis sentidos lo mismo valen para limpiar la tierra que para quitar la sed de los hombres (al igual que vuestro Dios, con perdón). Los ojos de la pantera que brillan en la dulce noche africana... De un amarillo iluminados... Y las hogueras, y las estrellas que huyen, y las danzas de los brujos y el sexo sin pornografía... Desde que el mundo es mundo, nosotras, las fuerzas de la naturaleza, hemos salido vencedoras. Queríais domar al caballo salvaje y... se os ha subido el asno sobre los hombros. Nosotros nunca intentamos siquiera domar las adorables cebras. Nunca tuvimos necesidad de dominar a la naturaleza. Porque siempre la hemos sentido dentro de nosotros; pero vosotros, los que habéis sentido la naturaleza fuera de vosotros mismos, sois los que habéis creado esa necesidad. Tanto peor si es así. Porque ya no sabéis exactamente ni qué sois: hombres o mujeres. Dais pena. Cualquier habitante de la sabana, de la selva, del desierto es infinitamente más sabio que vosotros.

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Como veis, es preciso dar a cada instante lo que le pertenece. Así es como piensan, al menos, en el país de nuestro protagonista. Diréis que se trata de una filosofía impulsada por la necesidad, y puede que así sea (aunque, ¿a quién le importa? Estamos acostumbrados a errar, y hasta nos hace gracia).

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Esta noche no van bien las cosas. Pocos, pocos clientes. Hoy han pasado por aquí, por el burdel, algunos compatriotas. Los he reconocido por su forma de pronunciar el castellano. Pero no han hablado conmigo; hablaban con las otras putas. Yo sólo les escuchaba. Y para mis adentros repetía una y otra vez: "Que no se acerquen a mí; que no se acerquen a mí". Antes, cuando en mi país era una puta, no me importaba. De hecho, ellos eran mis únicos clientes. Pero aquí, en este burdel de Pasajes, únicamente quiero a gente de aquí o de otros países como clientes. No sé porqué. Todas las preguntas no tienen siempre una respuesta. En África bien que lo sabemos. En África estamos habituados a seguir nuestro instinto. Pero vosotros no. Sois muy "racionales". Lo mismo cuando os casáis. Lo calculáis bien todo. Vosotros a eso le llamáis "amor". A nosotros, en cambio, nos recuerda a cuando nuestros padres nos vendían a cambio de unas vacas. El precio es lo que en vosotros ha cambiado. El precio.

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Tengo las bragas sucias. No me gusta tener las bragas sucias. Incluso hay una mancha de color marrón. Mejor que me las quite y las tire. Al fin y al cabo, puedo pasármelas muy bien sin bragas en este puti-club. Le voy a enseñar mi chochito a ese cliente de ahí. Se ha sonreído. Ya viene. Le sacaré unas copas... Y luego... ¡a sacudirnos el polvo! La vida es increíble. Adoro este modo de vida. Esta vida mía llena de folleteos. Es como ver todos los días a Dios. Perdón, he dicho "Dios". Esa palabra me la habéis contagiado vosotros. Quería decir "ídolo". Nosotros en África tenemos muchos ídolos; son diosecillos. No son como ese Dios vuestro que está siempre por encima de todas las cosas. Sino más humildes -tan humildes como nosotros-. De hecho, sólo están por encima de una sola cosa (y de la mano de los hechiceros, además de estar por encima de nosotros, a menudo se ponen también "encima" nuestro). Tanto unos como otros, saben mucho. Pero no nos importa. ¿A quién le importa nada cuando la gigantesca luna africana se alza como si fuera a devorar el firmamento? Bien está lo que bien está. Y lo que está, como está, no puede estar ni bien ni mal (cof, cof). En fin, para ser una noche de tan pocos clientes creo que estoy bebiendo demasiado...

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No sé... Tengo ganas de meter las narices en asuntos ajenos... O, cómo soléis decir vosotros... Hacerme con un poco de cultura. Sí, eso es. En mi país, al igual que en el vuestro, tenemos gran respeto hacia los hombres y mujeres cultos. Aunque hay una cierta diferencia. Por ejemplo, los hombres y mujeres cultos de mi país saben algo que no saben los de vuestro país: que nos reímos de ellos. Pero no por malicia; sino por instinto. ¿Habéis visto alguna vez a los grandes depredadores cazar y devorar aún vivos a los indefensos rumiantes? ¿In situ? ¿No? Pues, tal vez sea ésa la razón. Os contaré una anécdota: las mujeres de mi tribu tenemos fama de ser muy hábiles "tocando el tambor". Así es como allí decimos lo que vosotros decís "joder" o "follar"58. Por eso, cuando vi por primera vez la tamborrada de San Sebastián, me hizo mucha gracia.

Algún día, cuando ahorre un poco de dinero, dejaré de ser una puta y sólo me ocuparé de escribir este diario. Es una tarea higiénica en extremo; imposible contagiarse con ello una enfermedad de tipo sexual. Claro que no sé si se puede decir otro tanto por lo que se refiere a las enfermedades de tipo mental. Tengo ansiedad hoy. Por lo general, no suelo tener ansiedad. Pero hoy, sí. Tal vez sea porque hoy es el cumpleaños de mi madre muerta hace un año. Creo que siempre supo a qué me dedicaba. A pesar de todo estaba orgullosa de mí. De hecho, es imposible no sentirse orgulloso de alguien que has llegado a conocer tan bien. Alguien entra. Parece especial. Creo que la noche va a animarse. Da la impresión de poseer eso que vosotros llamáis "cultura", "civilización". Luego, hablando, dijo: "Siempre he tenido una gran conciencia de la muerte". Yo me asusté un poco. Escuchar esas palabras de alguien que no conoces y que va a follarte por primera vez... Enseguida me di cuenta de que no era un cliente de los habituales. Por supuesto, yo no tengo nada en contra de los clientes habituales. Pero él era diferente. Cuando pedía una bebida, cuando mira con disimulo a la puta más bonita, cuando me ponía la mano en el culo (no, eso no era una grosería; no viniendo de él), y cuando me decía: "¿Para qué voy a obligarme a hacer lo que no quiero, siendo la vida tan breve y extraña?... ¿Qué sabemos nosotros acerca de la hora de nuestra muerte? ¿Qué tengo que hacer con este intolerable sentimiento que llevo enterrado aquí, dentro de mi cuerpo? Tal vez -solía decirme- tú me ayudes a encontrar una respuesta". Entonces, yo le miraba, en silencio, con mis ojos inmensos como la luna de la sabana africana. Y aunque no me atrevía a hacerlo, le abrazaba con el pensamiento (físicamente no lo hacía, entre otras cosas, porque al dueño del prostíbulo no le gustaba que abrazáramos de verdad a los clientes; tal vez, tampoco a él le habría gustado). Y cuando dejaba de hablar, podía incluso alcanzar a oír los latidos de su corazón, la madeja de sentimientos que le acometían. Era un hombre en el que, en un cierto sentido, la piedad se había transformado en piedra. Estaba tan perdido como yo. Y eso era precisamente lo que más me gustaba de él. Cuando le miraba, no sabía a ciencia cierta qué es lo que veía: si un cliente o una puta como yo. Por eso me gustaba tanto. Cuando íbamos juntos al reservado, podía esperar cualquier cosa de él. Hubiera podido matarme... no me habría importado. Ese hombre encendía el fuego que las mujeres de mi país llevamos dentro. El fuego, la pasión. Y si nuestra relación no era mejor, era porque me encontraba demasiado aturdida. Sí, estaba aturdida. Había perdido mi indiferencia de siempre. La llamada que me impulsaba a ser la sombra de ese hombre me hacía temblar de gozo. Cuando cerraba los ojos, me parecía escuchar los lloros y risas de los niños. Le necesitaba pero al mismo tiempo estaba casi segura de que yo a él no. Y eso me rasgaba el corazón. Todavía no sabía que me equivocaba; que a él también le sucedía lo mismo. Aunque era una puta, aunque había pasado todas las noches de mi vida entregada a mi ocio, a pesar de todo... no sabía que... pues eso... ¿Veis? Ese hombre me ponía los pensamientos patas arriba. No me dejaba ni pensar. Hasta no saber ni lo que me decía -como si en su interior llevase una bala que nunca alcanzaba la diana, repitiendo una y otra vez el circuito que la sangre realiza sin interrupción por las venas). Miraba mis manos. Marrones por arriba casi blancas por abajo. Y no sabía para qué eran aquellas manos mías: si para acariciar a aquél hombre o para estrangularlo. No, no sabía nada. Hasta entonces, todas las cosas habían transcurrido con suavidad en mi vida de puta, como si nada tuviera una importancia especial. Caput. Ese estado interior se había destruido y nunca más habría de volver a recuperarlo. "Tal vez", solía pensar, "le he querido demasiado rápido". Y entonces, unas veces con la mano, con la palma de la mano, y otras veces con el puño cerrado, me pegaba en el coño, me castigaba, me hería hasta sentir verdadero dolor. Y murmuraba "¡qué puta soy!".

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Más adelante, traté de convencerme que nada de eso tenía importancia. Y casi-casi lo conseguí.

No sabía qué es lo que buscaba. Nunca lo supe, a decir verdad. Así que, ¿por qué tendría que saberlo ahora? Sólo soy una muchacha africana, desvergonzada y enamorada. Nunca te pediré que te apiades de mí. No creo en tu piedad, ni me hace falta. Como ves, soy orgullosa. Si me llamas con un silbido, acudiré al instante. Me hace falta un dueño. De lo contrario, no sé vivir. Pierdo el sentido de la vida. Pero, por favor, no me golpees. Eso no. La vida, de por sí, ya nos golpea bastante. No le hace falta tu ayuda. Quiéreme, por una noche o por un instante o por dos días o por diez años. No, no digas nada. O lo estropearás todo. Soy tuya. ¿Qué más quieres? ¡Y sólo por diez mil pesetas! Dime, ¿qué más quieres? A nosotras, las prostitutas, deberían alzarnos en las plazas principales monumentos en nuestro honor. Lo tenemos bien merecido. Y sin embargo, tengo que reconocer que carezco de la suficiente paciencia... para esperar. ¿Para esperar qué? Pues, eso... Lo que todos esperan. Hoy puta y mañana jueza. Hay que saber encajar los golpes. Si no, lo tenemos claro. Una tiene que aprender a soportar el hedor de los clientes. Y no sería difícil cambiar de tipo de vida. Quizá debería intentarlo. Esta ansiedad no me hace ningún bien. No puedes entrar en el "puti" a las diez de la noche y para las diez y cuarto comenzar a mirar al reloj una vez cada cinco minutos. Eso mataría la noche, y espantaría a los respetables clientes. Si amas el destino de la puta, tienes que amar también la noche. Si no, señal de que te has equivocado de profesión.

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En cierta ocasión, me hallaba con un cliente y le arrojé en palabras cuanto me asqueaba por dentro. Creo que incluso casi llegué a golpearlo. Perdí el trabajo. Y entonces, me vi obligada a buscar otra cosa. Y como era mujer, no podía enrolarme en un barco de marinero. Así que decidí acabar de una vez por todas. Quería acabar con todo. De una vez para siempre. Para poder ser otra vez algo o alguien distinto. Toda poesía en mí se había consumido. De manera que no merecía continuar. ¿Para qué? ¿Para acabar convirtiéndome en uno más de esa legión de europeos aburridos? ¿en una de esas europeas bien-comidas bien-folladas? ¡Vaya una mierda de destino! No, yo no era un ser civilizado. Ni quería serlo. Quería ser un árbol de mi selva; no el hacha que un día me cortaría en dos. Ese destino lo dejo para vosotros. Yo sé distinguir la dignidad. Si no, en vez de puta, me habría dedicado a la política o a la banca. A cada uno lo suyo. Dicho y hecho. Me lancé a las aguas de Pasaia. El barco amarrado al muelle me aprisionó contra la pared y me mató al instante. Ahora estoy aquí. ¿Qué creíais, que el cuento ya se había acabado?Pues no. El cuento sigue. "Pero, ¿porqué deseaba acabar de esa manera?", me pregunté a mí misma nada más morir (aunque no estaba muy segura de si seguía habiendo un "yo"). De hecho, no sabía ni donde estaba. Miré a mi alrededor, a ver si veía a mi madre muerta (¡era su cumpleaños!). Pero no vi nada ni a nadie. El barco que me acababa de aplastar se balanceaba con la marea. Justo entonces me di cuenta de que podía trasnformarme en cualquier cosa. Por ejemplo, podía convertirme en la cuerda que amarraba el barco. Y tengo que admitir que me gustó. Sí, yo, esta puta que siempre estuvo atada al deseo de todos los hombres, sería de allí en adelante una cuerda. No estaba mal. ¿Castigo o un premio? Según y cómo lo interpretes -al igual que todas las cosas de esta vida-. Me había convertido en una cuerda. Y además era el cumpleaños de mi madre, muerta. Y podía decirse que incluso sabía hablar en francés. ¡Joder! Comenzó a llover. Y sentía las gotas de lluvia resbalar por la cuerda (por "mi nuevo cuerpo"). Gotas de lluvia maravillosas que me limpiaban de la vileza de mi vida pasada. ¡Cómo había esperado ese instante! Aunque nunca hubiera imaginado que ocurriría así. Pero, ¿y qué sabemos del mundo? ¿Sabemos algo, acaso? ¿Cómo íbamos a imaginar nunca que alguna vez -luego de haber pasado la vida, luego de haber llegado a la muerte- habríamos de transformarnos en la cuerda, en la miserable cuerda que unía a tierra un buque de bandera Turca? Es gracioso. Ahora, ni siquiera podríamos decir que mi vida pendía de un "hilo" (de una cuerda). Porque éramos el mismo hilo (la misma cuerda). De hecho, éramos el mismo destino; el sueño más allá de la muerte: el instante que se nos aparecía bajo la apariencia de una cuerda; el vaivén que nos dejaba atónitos. ¡Venga! ¿Quién se acordaba ya de África? ¿Y de Pasaia (aún cuando el barco y la cuerda continuaban en ese cementerio llamado "Pasaia")? Porque Pasajes, para mí, y puesto que estaba muerta, era mi cementerio. El cementerio de una cuerda sin nombre. Era la inspiración. En aquél momento, era el compositor, el intérprete inspirado en la música. Ya no era una puta, una puta digna de compasión y de amor, una respetable y desvergonzada puta. En aquél momento, era el erudito que sabe arrancar los secretos de su instrumento. Me pregunté: "¿Y hasta cuándo seguiré aquí, colgada, siendo la soga de unión entre el barco y la tierra? ¿y para qué?". Claro que, al menos, era una cosa "física", y eso no era poco. No señor. Luego de morir, comprobar que seguimos siendo algo físico no está nada pero que nada mal. Incluso hasta me puse contenta. Quizá por eso, porque "estaba en algún sitio".

¿Cuál habría de ser mi siguiente paso? Para empezar, decidí "librarme" de la cuerda. No preguntéis cómo lo hice. Sólo os diré que eché en falta la música de Beethoven. Sí, yo, esta muchacha africana, eché en falta la música de Beethoven. Un buque hizo sonar su sirena, acto que aproveché para meterme a toda prisa dentro de ella. Y así es como dejé de ser una cuerda y pasé a ser una sirena de barco. No podría decir que me alegré, porque no estoy segura de si lo hice. Pero, ¿y por qué no? Era una sirena de barco, una sirena que atravesaba la bahía del puerto de Pasajes. Y veía cómo iban quedando atrás las luces de tierra firme -incluidas las del letrero de mi puti-club-. Y no voy a decir que me dio pena, aunque en realidad sí que me dio un poco de pena. Porque en este mundo hay destinos aún más viles, ya lo creo... Por ejemplo, de allí a algunas generaciones me reencarné en una puta que se dedicaba a hacer traducciones técnico-comerciales. Y no vayas a creer que aquello fue tarea fácil, no... Pero no adelantemos acontecimientos futuros; cada cosa a su tiempo. Estábamos en que me había convertido en la sirena de un buque mercante. ¡U-u-u-u-u-u-u-u! Un espectro marino. ¡U-u-u-u-u-u-u-u! Por encima de mí pasó volando una gaviota. Y desee ser esa gaviota. Pero sólo conseguí convertirme en la caca de pájaro que soltó el bicho de marras. Así que de ser una sirena de barco pasé a ser una caca de pájaro. En fin, al menos ahora ya era un elemento orgánico. Desde el punto de vista humano ello conllevaba consigo un cierto progreso. Aunque es preciso admitir que tales opiniones son bastante subjetivas. El caso es que me había convertido en la caca de pájaro aterrizada sobre el gorro de un forzudo marinero. Todavía era un ser rudimentario y extraño (más, teniendo en cuenta que el propietario del gorro no se había apercibido de mi presencia). "Hoy es el cumpleaños de mi madre muerta. Y aquí estoy yo, poniendo en entredicho el honor de este honrado marinero, en lugar de estar rezando. ¡No hay derecho!" grité. Y entonces, yo no sé de dónde me llegó tal momento de inspiración, pero el caso es que pasé de ser una caca de pájaro a transformarme en la cresta de una ola. ¿Y por qué no? Ya antes había sido una puta diplomada. De manera que, ¿por qué no iba a ser lo suficientemente sensible como para sentir la llamada de la poesía? Era la cresta de una ola y ya había oscurecido. Durante un rato, continué junto al casco del barco que rompía las aguas. Luego, abandoné el casco y partí en busca de mi destino. Ya no me acordaba de que en cierta ocasión había sido una puta en el puerto de Pasajes; y que me había suicidado; y que luego me convertí en cuerda; y más tarde en el sonido de una sirena de barco; y a continuación en una caca de pájaro; y ahora, en la cresta de una ola. De seguir así, pensé que acabaría convirtiéndome en la desesperación acumulada en las sucias uñas de algún funcionario. Porque es raro, sí, pero a pesar de todo, era capaz de pensar exactamente igual que antes. De hecho, era sólo mi pensamiento lo que siempre quedaba de mí. Un pensamiento que casi se me antojaba sólido, físico, palpable. Tan físico al menos como ese rumor del mar que me empapaba y rodeaba hasta el infinito. "¿Cuál puede ser" pensé "el destino de la cresta de una ola que ha partido en busca de su destino?". Me reí; el mar no me dejó escuchar mi risa. No muy lejos entreví unas sombras. Cuando estuve más cerca, vi que se trataba de unos náufragos. Envié su frágil chalupa al fondo del mar. Y sin esperar a reunirme con las muertes de los náufragos, seguí adelante. Por supuesto, para entonces era ya una cresta de ola gigantesca. Y pronto divisé en forma de contorno sombrío lo que parecía ser mi nuevo destino: un continente, allí. "¿América, tal vez?", pensé. Pues no. Sólo era la isla Santa Clara59. Por tanto, no me había alejado mucho de Pasajes. Y de repente, sentí una gran rabia. "¡No!", grité. "¡No quiero volver a las calles de esa ciudad!". Pero una fuerza irresistible me empujaba a ella. Y al cabo de un rato, entré en la bahía de la Concha y pasé a convertirme en la pequeña barca que la galerna había varado en la playa. Era de madera y mi nombre de barca era "Maite Zaitut"60. Y miré hacia el mar, con pena; y luego hacia la ola que partía de nuevo al ancho y oscuro mar. Pensé que aquella ola había sido la mejor oportunidad de mi vida. Porque, ¿qué era yo en aquél momento, sino una pobre barca digna de compasión varada en la arena? En algún lugar de mi ser sentí dolor. "¡Ay!", exclamé como despertando de un sueño. Unos jóvenes imberbes se dedicaban a ensayar su puntería conmigo. Me enfurecí otra vez. Sobre todo conmigo. ¿Por qué no había sido capaz de perderme en el casi infinito mar? ¿Qué me había impulsado a ir otra vez en busca de las miserables calles de la ciudad? Era fin de semana. En el aire flotaba el olor de bebidas alcohólicas, procedente de los pubs situados en los alrededores de la playa. Entonces, salté y me encaramé a lo más alto de la catedral del Buen Pastor61 y me convertí en el pararrayos del "Buenpas"62. Todavía no sabía cómo lo hacía. El instinto me decía que el misterio estaba unido al deseo. Pero era demasiado joven; estaba recién muerta. Disponía de toda la eternidad, para aprender. Cuando me di cuenta de que no tenía prisa, me tranquilicé un poco. Sí, era fin de semana. Me había convertido en un pararrayos. Era el cumpleaños de mi madre muerta, y también el mío. Me pregunté para mis adentros porqué no aparecía -mi madre muerta-. Justo en ese instante un rayo me dio una sacudida de padre y señor mío y me precipité a toda velocidad a través de una cañería, hacia el suelo. Todo ocurrió tan rápido que no tuve tiempo de darme cuenta de nada. Cuando de nuevo recuperé la "sensación", vi que me había transformado en una baldosa. Y además, tenía un chicle pegado. Intenté hacer un globo pero no lo conseguí. Fue entonces cuando me di cuenta de que en la muerte, al igual que en la vida, todo es cuestión de paciencia. Y me dio rabia, haber tardado tanto en darme cuenta de una verdad tan evidente y vulgar. Enumeré las palabras para mis adentros. Y como era algo más que una simple baldosa, comencé a contar también las sílabas: bal-do-sa. Tres sílabas. Luego, las letras: b-a-l-d-o-s-a. Siete. ¡"Siete!" grité. "¡Las siete provincias de Euskal Herria!" volví a exclamar. "Yo", me dije, "soy un predestinado". Y justo entonces, acertó a pasar por allí una parejita y me transformé en el dulce pecho de la muchacha. No se estaba mal. Sentía cómo las manos del chico acariciaban mis tetitas de muchacha. Pero como al cabo de cuatro horas seguían igual, decidí largarme de allí. Por un lado, no estaba segura de lo que quería. Y de repente, me sentí una de esas burguesitas, es decir, que por un lado no quería que nada cambiara (seguir igual que antes y punto); y por otro lado, me parecía que para ser revolucionaria lo único que tenía que hacer era lanzar un bostezo. No. Ése no era el camino. Por tanto, decidí acabar. "Algún día, en alguna otra existencia quizás (en otra página), intentaré ser algo más". Y entonces, cerré los ojos y tuve una experiencia que no puedo contaros (porque si así lo hiciera, vuestra muerte -que es seguro habrá de acaeceros algún día- no tendría ninguna gracia). Sorry. Y agur63. Un beso. Un abrazo muy fuerte. "No me echéis nunca en cara que fui eso, una putilla...". -Hoy es noche para grandes finales64 -escuché decir a mi voz sepultada... Qué sé yo lo que quería dar a entender. Mortadelo y Filemón65.

(to be -or not to be- continued)

FIN

1 Juego de palabras intraducible. "Legatz" en euskara quiere decir "merluza", aunque no admite el significado insultante que sí tiene en castellano. Además, el autor juega también con el artículo vasco, que lo transforma en "o" para conseguir el efecto lingüístico aberrante deseado.
2 Juego de palabras intraducible. "Destino" en euskara se dice "Patua". El autor convierte la palabra en "Patoa", que en castellano alude a la famosa ave ("pato") que en su hablar onomatopéyico se expresa más o menos con el sonido "cuac-cuac". Estos cruces entre castellano y vasco son típicos en el autor.
3 El autor vuelve a recurrir al cruce de palabras del castellano y del euskara.
4 Euskalduntasuna: cualidad de vasco, condición de vasco, características vascas.
5 Cruce de palabras entre castellano y vasco, "rimando" las dos palabras acabadas en "ía".
6 La cacofonía creada en euskara con las palabras "Narrazio" y "Aberrazio" se traspasa directamente al castellano, entre otras cosas por ser palabras calcadas del castellano (aun cuando existen otros artificios euskéricos para sustituirlas).
7 Juego de palabras del todo intraducible. Son las formas verbales auxiliares en su aspecto condicional, que al no estar acompañadas de sus respectivas raíces verbales carecen de todo significado. De todas maneras, crea una especie de "traca lingüística", ruidosa, onomatopéyica.
8 En castellano en el original.
9 Eskualde: territorio, región... La palabra, vasca, aparece castellanizada, "escualdes".
10 El autor y traductor ruega a todos los euskaldunes no se enfaden por esta ocurrencia que no tiene en sí malas intenciones; y no ruega nada a nadie más (cabe reseñar que el autor siempre ha creído más en la independencia cultural de Euskal Herria, que en su independencia política -a pesar de compartir ese deseo-).
11 "Estilo Berria" forma parte de los escritos recogidos en "Nahaspila saltsa berdean (Para diglóxicos incurables)".
12 Célebre novela de Melville.
13 Gaupasa: pasar toda la noche divirtiéndose / de juerga.
14 Perurena: famoso levantador de piedra.
15 Alusión al famoso poema de Jorge Manrique.
16 "Dabilen harriari ez zaio goroldiorik lotzen" reza el conocido proverbio. "A la piedra que rueda no se le adhiere el musgo".
17 El autor sabe que históricamente primero fueron los dinosaurios y luego, ya extinguidos estos, los seres humanos. Pero en su visión literario-poética de las cosas y el devenir tienen cabida ese tipo de comentarios.
18 Euskaldunak: los vascos ; euskalduna: hombre/mujer vasco/a
19 Sorginak: brujas.
20 Euskal Herria: País Vasco
21 [...] tentazíoan erortzén. El autor realiza en estas dos palabras una acentuación prosódica intraducible.
22 "Men. Egin. Ala ez. It's the quid. Of this lovely ipuin." Juego de palabras intraducible. "Men" alude a la palabra que indica el final del rezo, "Amén". Sólo que "Men egin" en euskara (en vasco) es un verbo que significa "obedecer". Por otro lado, "Ipuin" en euskera quiere decir "cuento, fábula, relato corto". De manera que "quid", "lovely" e "ipuin" acaban rimando entre sí.
23 Korella: Corella (pueblo de la Ribera de Navarra).
24 En castellano en el original.
25 "Arrain" significa en castellano "pez", "pescado". En euskara no hubiera sido posible la cacofonía (horregatik isiltzen naiz / arraina = por eso me callo / pescado).
26 Gabriel Aresti, célebre poeta euskaldun (y euskaldunberri, al igual que el autor de este libro).
27 Juego de palabras basándose en acentos prosódicos sacados probablemente de quicio con cruce idiomático incluido. Esta vez hemos tratado de conseguir en la traducción un efecto parecido.
28 Euskara: voz con que los vascos (euskaldunes) designan a su idioma, es decir, al idioma vasco.
29 "Números Embrujados" es la traducción del libro "Zenbaki Sorginduak", de Xabier Galarreta. "Las Manos" ("Eskuak") es uno de los números que aparecen en el capítulo que da nombre a dicho libro.
30 Nueva alusión al poeta Gabriel Aresti.
31 Iruñea: Pamplona.
32 Abertzales: patriotas, nacionalistas vascos.
33 Todo este texto entrecomillado, desde "Luna que rompes[...]" hasta "[...]hallo en el diccionario", aparece íntegramente en castellano en el original.
34 La frase "Palabras muertas que [...] más pendejo" aparece en castellano en el original.
35 Vocinglero: en castellano en el original.
36 Y una perra: en castellano en el original.
37 Todo este pasaje en cursiva (desde "Una portezuela [...] hasta el pie de nota) en castellano en el original.
38 Euskal Herria: País Vasco.
39 "Cráneo privilegiado": frase repetida por un borracho de la obra "Luces de Bohemia", de Valle Inclán.
40 En el original se lee "Nonbaitera iritsi gura du". La forma verbal "gura izan" es propia del dialecto vizcaíno. El autor utiliza siempre la forma verbal "nahi ukan", más propia de su entorno lingüístico habitual.
41 Los tres primeros son pueblos de la costa de Bizkaia. El último está en Gipuzkoa y es famoso por su buen chacolí (una clase de vino joven y ligero, algo ácido y espumoso, muy apreciado por propios y extraños).
42 La traducción al euskara que el autor menciona existe realmente y con ese mismo título. De hecho, apareció por primera vez en el año 99 en la colección virtual de "Marjinalia Bilduma".
43 "Haren" hubiera cumplido la función del posesivo "su". En euskara, la utilización de las palabras "padre", "madre" llevan a veces pareja cierto uso característico.
44 Todo este texto entrecomillado, desde "Este espacio inconmensurable[...]" hasta "[...]Cuánto trabajo queda por hacer", aparece íntegramente en castellano en el original
45 Sorginas: del vascuence "sorginak", es decir, brujas.
46 Astigarraga es especialmente conocida por su fabricación de "sagardoa" (sidra de manzana).
47 Abertzale: patriótico.
48 "Gure protagonista" en euskara, en vasco, no está marcado ni por el género masculino ni por el femenino; admite los dos sexos. En la traducción, sin embargo, ante la imposibilidad de hacer otro tanto, el autor ha preferido conservar el masculino en la tercera persona (es decir, "nuestro protagonista" en vez de "nuestra protagonista"), a pesar de tratarse de una mujer en el desarrollo del libro.
49 Euskaldunes: del vascuence "euskaldun", hombre/mujer vasco/a.
50 Iruñea: Pamplona.
51 El autor alude al "Donostia - San Sebastián Eguna", festividad de la ciudad. Tiene lugar todos los 20 de Enero, fecha en la que tanto durante el día como durante la noche la ciudad entera se llena de tamborreros que tocan sus tambores al son de las marchas compuestas por Sarriegi.
52 Se refiere a la cárcel de Martutene, situada en el barrio del mismo nombre, junto al barrio de Loiola, en el mismo Donostia-San Sebastián.
53 Euskal Herria: País Vasco (las cuatro provincias del lado español y las tres del lado francés).
54 Gaupasa: fiesta/juerga nocturna.
55 "Y una mierda": en castellano en el original.
56 "Pájaro azul" era el nombre que de niños le dábamos a una máquina de tren de los Ferrocarriles Vascongados (Nota del Autor y Traductor).
57 O en cualquier otra Universidad. No hay, por parte del autor, ningún ánimo ofensivo hacia la Universidad del País Vasco (Nota del Autor y Traductor).
58 El autor hace un juego de palabras: larrua jo ("follar") y danborra jo ("tocar el tambor").
59 La isla Santa Clara es una pequeña islita dentro de la Bahía de la Concha, en Donostia-San Sebastián.
60 El nombre de la barca "Maite Zaitut" hace referencia al cuento "El Misterio del Faro", publicado en la colección de cuentos titulada "Historias del Mar".
61 "Buen Pastor", catedral de la ciudad de Donostia-San Sebastián.
62 "Buenpas", abreviatura juvenil de "Buen Pastor".
63 "Agur" equivale en castellano a "adiós", "hasta luego", "hasta la vista".
64 Desde "No me echéis [...]" hasta "[...] para grandes finales", en castellano en el original.
65 Célebres personajes de historietas.

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